Paysandú, Domingo 05 de Octubre de 2008
Opinion | 05 Oct Tras una década de trabajo, y una inversión estimada en los cinco millones de dólares, con justificada satisfacción, los capitalinos celebraron la reinauguración del Teatro Solís, en acto que contó con la presencia del presidente Tabaré Vázquez, el intendente montevideano Ricardo Ehrlich, ministros, otras jerarquías nacionales y municipales, además de personas vinculadas a la cultura del ámbito capitalino.
De esta forma, ha finalizado un período de diez años de obras, iniciadas en 1998 y que permitieron remozar el viejo edificio, de 152 años, en más de seis mil metros cuadrados, que con el sector inaugurado en 2004 completa casi 20.000 metros cuadrados dedicados exclusivamente a la cultura, según consigna el diario «La República».
Estamos ante un aporte muy significativo, que los ciudadanos capitalinos sabrán evaluar en cuanto a la relación costo-beneficio, teniendo en cuenta que se trata de una inversión del orden de los cinco millones de dólares que el gobierno municipal consideró entre sus prioridades, aunque el Teatro Solís solamente sea utilizado por menos del uno por ciento de la población de Montevideo.
Es cierto, puede eventualmente cuestionarse desde algunos sectores que no se justifique invertir dinero que dejan en ventanillas todos los contribuyentes del municipio, no sin poco esfuerzo, para invertir en una obra que no les cambia su calidad de vida, que detrae recursos a tapar pozos, a mejorar el tránsito, a mejorar la iluminación, la recolección de basura o siquiera a reducir la deuda que se mantiene con los funcionarios municipales, que condicionan seriamente la gestión de la comuna capitalina, debido a un grueso error del anterior titular de esa comuna, Mariano Arana.
Pero no puede objetarse que desde el Estado, en este caso el municipio, se invierta en recuperar una obra que es de su patrimonio y que forma parte del acervo cultural de los capitalinos y de todo el país. Además, como surge del dicho bíblico, hay que dar al César lo que es del César, y está bien que el municipio se haga cargo de mantener y mejorar lo que es suyo y por extensión, de toda la población montevideana.
En nuestro país esta obra y su financiación –si es que realmente todos los fondos provienen de las arcas municipales— pasa a constituirse una excepción, desde que tradicionalmente el gobierno central, en connivencia con las administraciones municipales de Montevideo, han asimilado que el Uruguay y su capital son lo mismo, y por lo tanto nunca se ha vacilado en utilizar los recursos del gobierno nacional, es decir que los que aportamos todos los uruguayos, para financiar obras en exclusivo beneficio de la capital.
El presidente Tabaré Vázquez consideró la inauguración de las obras del Solís como «otro paso más para hermosear Montevideo», y agregó que con la inauguración de la Torre Ejecutiva y las obras en el edificio del Sodre «vamos a lograr una zona de muy alto valor para vivirla como ciudadanos».
Claro, le faltó agregar «… de Montevideo», lo que no estaría mal si se refiriera exclusivamente al Solís.
Pero el mandatario no pudo con su condición capitalina de asimilar Montevideo a todo el Uruguay, y así en su entusiasmo reivindicó ambas obras como un aporte para que la disfruten todos los «uruguayos».
Pues si se tratara solo del teatro Solís, podríamos considerarlo como una invitación para los pocos ciudadanos del Interior que puedan tener la oportunidad de llegar a este antiquísimo escenario de la cultura, y disfrutar de la hospitalidad capitalina, en una obra que les pertenece.
Pero en el caso del auditorio del Sodre la realidad es muy distinta: durante muchos años se han invertido millones y millones de dólares en una obra faraónica construida en Montevideo, con el dinero de todos los uruguayos, para ser disfrutada solo por los capitalinos –no muchos, en realidad— por cuanto el Sodre es un ente de carácter nacional que históricamente ha funcionado en y para Montevideo.
Por supuesto, Vázquez no ha hecho otra cosa que dar continuidad a una obra iniciada durante la administración Sanguinetti, como lo fue también la Torre de las Telecomunicaciones de Antel, aunque tuvo la sensatez, que debe reconocerse a este gobierno, de haber «trancado» el desquiciado proyecto del puente Colonia-Buenos Aires.
Claro que mientras tanto, el Gobierno «no tiene plata» para expropiar quince hectáreas de campo en Purificación, tal como mandata la ley, en una prueba más de que la cultura en Uruguay es de corto vuelo, según la óptica capitalina.
Igualmente, como regla invariable, se suceden los gobiernos, cambian los partidos en el poder, pero ninguno se aparta de la concepción eminentemente centralista que tanto daño le ha hecho al país, y que sigue tratando como si fueran de segunda a los sufridos ciudadanos del Interior.
EDICIONES ANTERIORES
A partir del 01/07/2008
Oct / 2008
Lu
Ma
Mi
Ju
Vi
Sa
Do
12
12
12
12
Diario El Telégrafo
18 de Julio 1027 | Paysandú | Uruguay
Teléfono: (598) 47223141 | correo@eltelegrafo.com