Paysandú, Lunes 06 de Octubre de 2008
Opinion | 06 Oct «Yo hice todos mis estudios de manera gratuita, tuve que trabajar para recibirme y veía las diferencias entre quienes tenían que estudiar trabajando y quienes tenían la posibilidad de ir a estudiar sin trabajar (…) Conocí desde adentro las diferencias. Yo soy un convencido de que quienes puedan pagar sus estudios universitarios deberían pagarlos y solidariamente atender a aquellos que no pueden pagar», reflexionó el presidente de la República, Dr. Tabaré Vázquez, al ser entrevistado en el programa televisivo «La Mira», por VTV.
Al mandatario le preocupan datos revelados por la consultora Cinve, que demuestran cómo del 50 por ciento del presupuesto de la Universidad de la República, el 20 por ciento va al sector más rico de los estudiantes y solo el 1,6 por ciento va para los pobres, lo que reafirma el carácter elitista y prescindente de nuestra enseñanza terciaria, aunque se pretenda engañar al ciudadano común con el argumento de que la gratuidad asegura que cualquier joven pueda cursar estudios universitarios.
El mandatario, en su análisis, coincide, curiosamente –o no tanto— con el de los potenciales precandidatos de la fórmula presidencial de la fuerza de gobierno, Danilo Astori y José Mujica, el primero de los cuales no solo universitario sino también ex decano de la Facultad de Economía, quienes en más de una oportunidad han considerado que debería revisarse un sistema que consagra flagrantes desigualdades mientras se proclama que se hace justicia.
Y esta evaluación proviene nada menos que de los máximos dirigentes de una izquierda que tradicionalmente ha tenido a la Universidad como su bastión y donde ha impuesto precisamente sus ideas y visión del mundo. Estos sectores han sido implacables durante décadas en rechazar cualquier intento de un apertura hacia el cobro de matrícula, porque consideran como una «vaca sagrada» la gratuidad universal de la enseñanza terciaria, como un «derecho» que no es otra cosa que un delirio y una burla a los ciudadanos que sostienen no sin poco esfuerzo el presupuesto universitario y fundamentalmente a los estudiantes pudientes y capitalinos, que son la gran mayoría de quienes concurren a las aulas universitarias.
Vázquez puso el dedo en la llaga al subrayar que conoce la situación «desde adentro», y que por esta «igualdad» estudian gratis tanto quienes deben trabajar para sostenerse como quienes están en situación económica desahogada . Empero, si se recaudara por cobro de matrícula a quienes pueden pagar, ese dinero podría destinarse a que los jóvenes de familias de modestos recursos puedan pasar menos zozobras en su estudios y en muchos casos podría evitarse que deban dejar de estudiar.
El punto es que en su análisis –que compartimos— el mandatario igualmente pone de manifiesto una percepción todavía incompleta del cuadro universitario, porque ha soslayado –seguramente en forma involuntaria o por falta de tiempo en el reportaje— que el problema se agrava sensiblemente si se evalúa este escenario desde el punto de vista del Interior. Es que a la Universidad no solo concurre una mayoría de estudiantes pudientes, sino que también el mayor porcentaje –del orden del 70 por ciento—son jóvenes capitalinos, que con mayor o menor dificultad, igualmente se las arreglan para seguir esos estudios.
El gran problema lo tienen quienes residen en el Interior, es decir los que tienen la doble desventaja de no tener la Universidad a mano como los montevideanos, y encima no cuentan con ingresos como para solventar su estadía y los gastos adicionales que origina el tener que residir lejos de su hogar, a lo que se agrega el desa-rraigo que implica este traslado.
No es porque sí que la enorme mayoría de quienes egresan de la educación terciaria son montevideanos y de poder adquisitivo medio alto y alto, los que precisamente están en condiciones de pagar sus estudios, en lugar de transferir este costo a toda la sociedad, a la enorme mayoría de familias uruguayas que no van a poder enviar sus hijos a estudiar a la Universidad, pero que sí deben poner de sus bolsillos para que lo hagan gratis quienes podrían pagarse sus estudios.
Y a esto se le llama igualdad y solidaridad por quienes defienden la gratuidad a ultranza y consideran el cobro de matrícula como un retroceso. Daría para reírse, si no fuera porque lo dicen en serio, y encima hasta ahora han logrado salirse con la suya, lamentablemente.
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