Paysandú, Jueves 09 de Octubre de 2008
Opinion | 09 Oct Aún inmersos en la gran incertidumbre mundial por la crisis financiera, con un marcado derrumbe de los precios de los «commodities», existen proyectos de inversión en marcha que no pueden detenerse aún ante los avatares de la economía, desde que conllevan una apuesta ya irreversible y a la vez entrañan en sí mismos la capacidad de tener carácter regenerativo.
Es cierto, hemos asistido durante un tiempo considerable a una «burbuja» de especulaciones con los precios de las materias primas, incluyendo al propio petróleo, y una eventual desaceleración ya incipiente de la economía mundial podría seguir afectando en el futuro inmediato las cotizaciones de los «commodities», pero mucho más importante que lo coyuntural son las expectativas a mediano y largo plazo.
Así, no puede obviarse que, como suele ocurrir, entramos en un ciclo de baja de duración imprevisible, tras la coyuntura de bonanza de que hemos gozado durante cuatro o cinco años, pero a la vez debe tenerse presente que el perfil a largo plazo indica que el mundo deberá alimentarse y seguirá consumiendo energía y recursos naturales que serán cada vez más escasos y requeridos, por lo que es fundamental tener la visión de superar lo episódico para hacer previsiones en plazos razonables, en los que somos beneficiados por nuestras condiciones naturales, más allá de las falencias estructurales y políticas procíclicas de gobiernos como el actual, que apuntó a gastar y comprometer todo el aumento de la recaudación.
Nuestro país tiene a la vez una posición privilegiada en el Cono Sur, rodeado de los países más grandes y de mayores economías del subcontinente, que puede ser una desventaja en un Mercosur distorsionado, pero que nos da a la vez ventajas comparativas muy especiales como enclave estratégico.
El Uruguay está en condiciones de convertirse en un polo de servicios logísticos de primera magnitud, tan pronto encare proyectos de infraestructura que se han ido postergando por razones de cortoplacismos contraproducentes.
Tenemos por ejemplo a Paysandú como centro logístico potencial de primera línea, en un eje de enlace terrestre y un puerto seco con Rivera, para lo que ya se han encaminado contactos entre las intendencias de ambos departamentos, con apoyo del Ministerio de Transporte y Obras Públicas y otros organismos con competencia en el tema, y está en proceso de reactivación –esperamos que fructifique pronto— el puerto de Paysandú para concentrar una significativa operativa de cargas en la región, en complemento con Concepción del Uruguay y enlace con puertos ultramarinos al Sur del río Uruguay, como Nueva Palmira y Conchillas, para el acarreo de madera en barcazas y operativa de contenedores.
A la vez, la hidrovía Paraguay-Paraná es un formidable instrumento de desarrollo que necesita logística de apoyo en puertos ultramarinos en el río Uruguay, por los que sea posible canalizar la salida de la producción agrícola de vastas zonas de Paraguay, Brasil y Bolivia, sin olvidar el mineral de la región mediterránea.
Precisamente la multinacional Río Tinto anunció la inversión en la zona de Dolores, Soriano, de 320 millones de dólares a efectos de construir un puerto de ultramar en la desembocadura del arroyo La Agraciada, para oficiar de nexo de las cargas que llegarán en barcazas con mineral de hierro a través de la Hidrovía Paraguay-Paraná-Uruguay.
La empresa tiene previsto aumentar la extracción de hierro en la mina de Corumbá, ubicada en Matto Grosso, Brasil, Así, de los dos millones de toneladas actuales, transportará por el futuro puerto unos 20 millones de toneladas anuales hacia el Hemisferio Norte, fundamentalmente Europa.
La obra demandará un millar de puestos de trabajo en forma directa y casi doscientos empleos permanentes, con la expectativa de terminar la obra en setiembre de 2010.
Esta apuesta al futuro está por encima de avatares y coyunturas, porque el mundo necesitará hierro, como también necesitará nuestros «commodities» y energía. Este proceso es irreversible, y así lo han evaluado los inversores. El punto es tener visión, entereza y capital de reserva como «colchón» para capear el temporal hasta que las cosas se estabilicen. Es decir el equivalente a medidas anticíclicas, como debió hacer nuestro país, para no quedar al descubierto en la primera crisis, como ya se insinúa, por pensar solo en el momento y los próximos desafíos electorales.
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