Paysandú, Jueves 16 de Octubre de 2008
Opinion | 12 Oct En la ciudad de Florida, un alumno de tercer año quiso, como broma, bajarle los pantalones a uno de primero y este lo apuñaló con una sevillana. Felizmente, sin graves consecuencias. Según las autoridades nacionales, por lo menos una vez a la semana hay algún caso de violencia en centros educativos e informaron que trabajan en el desarrollo de políticas para corregir hechos violentos en los centros de estudio.
Si bien comparativamente Uruguay no presenta los índices de violencia más significativos respecto a la región, el problema cada vez se torna más sensible. La violencia se expresa de distintas maneras, que van desde un empujón o insultos entre estudiantes o hacia los docentes, al ingreso de armas de fuego, elementos cortantes y hasta el robo de meriendas o mochilas.
A las características, muchas veces conflictivas, de cada centro educativo se suma el hecho de que nuestros niños y jóvenes no viven aislados. La violencia no viene en el ADN de nuestros niños. En realidad, ellos son parte de una sociedad donde ese fenómeno está presente, en mayor o menor medida, en la calle, la economía y, lamentablemente, en muchas familias. En consecuencia, las aulas no son más que una porción de la realidad y los problemas sociales también entran en ellas.
Por otra parte, el fenómeno del hostigamiento, estudiado y atendido en otros países, suele ser poco tenido en cuenta —menos aún prevenido— en Uruguay; por lo tanto, lo que hay son reacciones tardías cuando las cosas lamentables suceden. El hostigamiento o bullying es una conducta de persecución física o psicológica de un alumno hacia otro, o de un grupo contra otros.
El acoso psicológico entre compañeros es una de las peores formas de maltrato escolar y quizá una de las más abundantes. Hace más daño en la psique y la autoestima del niño acosado el hostigamiento, el vacío a su alrededor, el bloqueo social, la estigmatización, los insultos constantes, que la mera agresión física dicen los expertos. Sin embargo, muchas veces se banaliza el fenómeno o hay una negación institucional que no permite actuar sobre bases firmes.
Algunos países están utilizando programas de prevención de violencia, la mediación y otras herramientas para tratar de enfrentar este problema y resolver las «urgencias» que suceden dentro de la sociedad. En Uruguay, los hechos que las autoridades de la educación reconocen que están ocurriendo hoy dan cuenta de la necesidad de adopción de políticas estatales y, fundamentalmente, la capacitación de los docentes en esta área a efectos de realizar prevención.
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