Paysandú, Viernes 17 de Octubre de 2008
Opinion | 16 Oct Recientemente, el presidente Tabaré Vázquez confirmó la decisión de la multinacional portuguesa Portucel de instalar una planta de celulosa en el Este del país, a efectos del procesamiento de madera de montes forestales para la exportación, en una inversión que el mandatario estimó podría llegar a los 6.000 millones de dólares.
El interés de la multinacional había sido planteado desde hacía ya tiempo, y es una buena señal que el anuncio haya sido formulado precisamente cuando el mundo enfrenta turbulencias financieras y un proceso recesivo incipiente, aunque las bolsas tiendan ahora al alza por efectos de buenas expectativas ante la inyección de dinero por gobiernos europeos.
Es que en este caso estamos ante inversiones de largo aliento, como las plantas de Botnia y Ence, por encima de los avatares coyunturales, y también lo es la apuesta a la forestación, cuyos resultados en nuestro país se obtienen a los 15 a 20 años, que es además un plazo mucho menor que el que debe aguardarse en Finlandia y otras naciones donde el clima enlentece sustancialmente el crecimiento de los montes.
De acuerdo a las expresiones de Vázquez, la inversión se situará entre los 4.000 y los 6.000 millones de dólares, y será la más importante en la historia del país, cuando en principio se había estimado en los 3.000 millones de dólares. La empresa, a la vez, en aras de sustentar su logística de exportación, complementará la parte de procesamiento de madera con la construcción de un puerto de aguas profundas en la zona, con el que reafirmará su condición de ser la mayor productora de celulosa del mundo, y en esta oportunidad también instalará una fábrica de papel, lo que significa un plus que el Uruguay necesita para dotar de mayor valor agregado a esta materia prima.
Un aspecto que merece evaluarse en el contexto de esta inversión radica en que en su momento la empresa también estuvo considerando la posibilidad de instalarse en Brasil, hasta decidirse finalmente por nuestro país.
Por supuesto, hay muchos elementos a tener presentes para valorar en su real dimensión el significado de esta inversión en el preciso momento en que todavía reina la incertidumbre sobre el rumbo que tomará la economía mundial y las perspectivas en el corto y mediano plazo.
En primer lugar, la gran razón de ser de las explotaciones forestales es su apuesta al largo plazo, a partir de la compra de la tierra para la implantación de los montes hasta la construcción de las plantas, el montaje de la gran infraestructura de apoyo que necesita el acarreo de la madera desde los montes y la logística de exportación con epicentro en los puertos.
Pero como toda inversión de riesgo, el factor decisivo para posibilitarlas radica en primer lugar en ofrecer un mínimo de reglas de juego estables, que permitan que la rotación de partidos en el poder no signifique que de golpe y porrazo se cambien las condiciones para quienes invierten y legítimamente esperan obtener la rentabilidad adecuada llegado el momento de la explo- tación.
Y en el caso de la forestación, la fuerza de gobierno, que fue muy crítica de la instalación de la planta de celulosa cuando estaba en la oposición, tuvo el pragmatismo que le había faltado para pasar de los eslóganes a la realidad, y respaldar la inversión de la multinacional, incluyendo la postura decidida contra la presión argentina sobre nuestro país.
Ocurre que este proyecto ha sido posible porque en un rapto de responsabilidad, el sistema político actuó con prescindencia de intereses político-electorales y aprobó sobre fines de la década de 1980 la Ley de Inversión Forestal, que hizo posible que hoy tengamos más de 800.000 hectáreas forestadas en el Uruguay, una planta de celulosa instalada, una en proceso de instalación y otra ya prevista para el futuro inmediato, a lo que se agregan aserraderos, plantas de procesamiento de chips y elaboración de contrachapados, además de disponibilidad de desechos forestales para uso como energético, la creación de comunidades de muy buena actividad y cero desempleo en los polos de desarrollo que surgen de la inversión.
Es que no puede haber dos opiniones en cuanto al significado de la inversión para reciclar riqueza en el país, fundamentalmente en lo que respecta a los proyectos de largo aliento, que trascienden lo episódico para constituirse en factor de desarrollo, sobre todo si como se espera, tras los primeros acometimientos vendrán las inversiones para dotar de mayor valor agregado a nuestros productos primarios, lo que es todavía una materia pendiente.
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