Paysandú, Domingo 19 de Octubre de 2008

Repoblación con producción y trabajo

Opinion | 15 Oct Cuando está vigente un proyecto de ley de repoblación de nuestra campaña, un instrumento inscripto en el mentado Uruguay productivo, y sobre todo en la intención de revertir o por lo menos mitigar el proceso de emigración de nuestros hombres hacia las ciudades, debe tenerse presente sobre todo que quienes se lanzan por lo general a la aventura de dejar sus pagos por un destino desconocido son los jóvenes que no encuentran oportunidades en el lugar donde han crecido.
Es decir que este proceso nunca podrá revertirse si realmente no se estimula a las familias jóvenes a permanecer en el campo, sin perder de vista que no puede haber política de repoblación efectiva si no se cuenta con instrumentos valederos para que las familias de los rincones más lejanos de nuestra campaña puedan mejorar su calidad de vida y accedan a servicios, a fuentes laborales y a participar en explotaciones rentables, del área que sea.
Y más allá de polos de desarrollo que se han incorporado en los últimos años, a partir de las implantaciones de montes forestales en zonas como Piedras Coloradas y Orgoroso, entre otras, inversiones hortifrutícolas en lugares como Chapicuy, Constancia y Gallinal, por citar algunos ejemplos, hay áreas que necesitan impulsar el arraigo en localidades que se han ido vaciando y que son caldo de cultivo de una fuerte emigración a partir de un recambio generacional, porque los jóvenes buscan alternativas a lugares en los que ya no encuentran posibilidad de sustento.
Estas reflexiones nos llevan a valorar en toda su proyección el planteo del grupo productivo «Los Horneros», de colonia Ros de Oger, el que es integrado básicamente por hijos de colonos que desde hace dos años están gestionando obtener un campo del Instituto Nacional de Colonización para explotarlo optimizando los recursos productivos.
El grupo se integró en setiembre de 2006, en oportunidad de realizarse en Quebracho el Consejo de Ministros, cuando solicitó audiencia al entonces ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, José Mujica, y al presidente del INC, Gonzalo Gaggero, y ha cumplido instancias con asistencia del Proyecto de Desarrollo Comunitario Rural, y asesoramiento profesional, para lograr tierras que les permitan desarrollar un proyecto y encarar explotaciones en producción de carne y agricultura.
En declaraciones a «Rurales» de EL TELEGRAFO, los interesados resumieron que si bien sus padres, para evitar la migración favorecen la creación de un pequeño capital, «es insuficiente para solventar la constitución y crecimiento de una familia, con un nivel de vida digno; se trata de una economía de subsistencia sin posibilidad de crecimiento».
Las aspiraciones de «Los Horneros», en este caso constituidos en un grupo que presentó un proyecto concreto, son seguramente las mismas que las de centenares de familias de nuestro interior profundo, distribuidas a lo ancho y lo largo del país, que pretenden abrirse paso en la vida con sustento en la producción agropecuaria, para poner en práctica lo que han aprendido de sus padres —muchos también han recibido capacitación profesional—y así ser protagonistas del hermoso desafío de vivir de su trabajo, tan pronto cuenten con la posibilidad de hacerlo.
El punto es que el acceso a la tierra no es fácil, pese a todo, en un país de base agropecuaria, donde el boom de explotaciones agrícolas como la soja y otros cultivos han disparado los valores de los predios, aunque tal vez actualmente se haya atenuado la burbuja por efectos de la crisis financiera internacional. En estos casos el Estado debería asumir con énfasis su rol de catalizador de la producción, dotándoles de instrumentos y estimulando a quienes apuestan a radicarse en las áreas rurales. Un instrumento que no ha sido potenciado en la medida necesaria es el INC, que no cuenta con recursos para comprar y ceder predios a colonos, pero no es menos cierto que hay organismos del Estado que disponen de miles de hectáreas ociosas, sin darles ninguna utilidad, por lo que deberían buscarse mecanismos —y hacerlos efectivos— para que puedan ser incorporados a la cartera de tierras del organismo a efectos de su cesión para colonización.
No se trata de regalar nada ni de voluntarismos, sino de hacer realidad lo que se ha proclamado con tanta insistencia, buscando instrumentos para hacer coincidir lo que se anuncia con la realidad, para que el país y todos quienes en él habitamos resultemos beneficiarios de una revolución productiva que sigue faltando a la cita, pese a todo lo que se diga.


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