Paysandú, Jueves 23 de Octubre de 2008
Opinion | 20 Oct Como ha acontecido en elecciones pasadas, posiblemente las próximas se resolverá por escaso margen. Quizás preocupado por el avance de la oposición en las encuestas, el Frente Amplio reflotó la idea del voto epistolar, es decir, el sufragio por correspondencia de uruguayos radicados en el exterior.
La oposición alega que se trata de una maniobra de la coalición para recoger más votos, sabiendo que genera adhesiones en ese grupo, y que el voto epistolar carece de garantías porque pierde seguridad al ser enviado por carta desde el exterior. Pero convengamos en que si la oposición supiera que estos votos le beneficiarían a llegar al poder, estaría a favor de la cuestión y la izquierda en contra.
Más allá de eso y sin alinearnos con ningún pensamiento político, no parece justo para los uruguayos que residimos en nuestra tierra que quienes emigraron resuelvan qué partido político y propuestas nos gobernarán.
Como bien dijo el intendente de Rivera, Tabaré Viera, los uruguayos en el exterior no tienen «el día a día, la verdadera situación de sufrimiento, padecimiento o de alegría que tenemos todos los que vivimos dentro del país», por lo que «tenemos que decidir sobre nuestro gobierno los que sufrimos a los gobiernos».
Quienes emigraron elegirían un gobierno que ellos no disfrutarán ni padecerán, aunque nadie puede negar que su intención al votar sea buena y deseen lo mejor para su país y sus compatriotas, especialmente para sus familiares y amigos que aquí permanecen.
Muchos de aquellos que abandonaron el país hace años, tienen una visión parcial de la situación actual, dado que no están inmersos en el acontecer nacional, al menos de la forma en que lo viven los residentes. Un claro ejemplo es el caso de muchos «italianos» –en realidad uruguayos descendientes de italianos con pasaporte de ese país, que ponen su voto al político que les cae en gracia, desconociendo su trayectoria porque, en definitiva, lo que haga poco los afectará.
Si bien quienes emigraron no dejan de ser uruguayos y jamás debemos olvidarnos de nuestros compatriotas diseminados por el mundo, ellos decidieron —en beneficio propio y el de sus familias-- vivir, trabajar, pagar impuestos y estar bajo las leyes y decisiones económicas de otros gobiernos en otros países.
No parece justo entonces que quienes están en el extranjero decidan el futuro de los que sí estamos en el país, trabajamos para hacer crecer su economía, educamos a nuestros hijos en escuelas públicas, y vivimos bajo las leyes que promulgan nuestros legisladores.
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