Paysandú, Domingo 26 de Octubre de 2008

NO HAY GRIPE, PERO LOS ESTORNUDOS SON FUERTES

La reacción de Chile a la crisis mundial

Locales | 19 Oct SANTIAGO DE CHILE (Por Horacio R. Brum)
Imagine que Ud. trabajó durante más de 30 años, pasó los 65 de edad (60, si es mujer), y cansado pero contento, decide jubilarse en estos meses. Después de todo, una jubilación podría ser un ingreso seguro y estable para enfrentar una época de grandes incertidumbres económicas, desa tadas por la codicia de un grupo de individuos y organizaciones financieras de los lejanos Estados Unidos, con la prescindencia irresponsable del gobierno de George Bush.
Usted, por supuesto, ni siquiera votó a Bush y tampoco es culpable de la incultura política de los estadounidenses, que han tenido ocho años del gobierno que se merecen. Sin embargo, ahora no puede jubilarse, por culpa de la Bolsa de Nueva York y sus rapaces especuladores.
Esa es la situación en que se encuentran actualmente muchos chilenos, rehenes del sistema privado de pensiones que tanto se ha imitado y alabado en América Latina. Hasta el momento de escribir este artículo, algunos de los fondos que manejan las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) privadas han sufrido pérdidas de alrededor del 25%; o sea que quienes esperaban jubilarse este año con, por ejemplo, 1.000 dólares mensuales, solamente recibirán U$S750. Esa suma, en Chile, no es una fortuna ni mucho menos, porque para tener la esperanza de ser bien atendida en sus asuntos de salud, una persona mayor de 65 años debe pagar U$S 200 o más mensualmente en el sistema privado; no pasar frío en invierno implica gastar alrededor de U$S 150 en gas y electricidad; en alimentarse saludablemente se van otros U$S 250 por mes y en cuanto a los medicamentos, que no son provistos por las empresas de salud privadas, sólo el suministro de píldoras para el colesterol se lleva U$S 30 cada mes. Si hay que pagar alquiler, un apartamento de un dormitorio, en un barrio de clase media, cuesta por lo menos U$S 300.
Con esos números, se explica la preocupación de las autoridades por demorar las jubilaciones. «A las personas que están por jubilarse, les diría que esperen un poco. Valdría la pena ver cómo se desarrolla esto», dijo el ministro de Trabajo, Osvaldo Andrade. El problema es que los expertos más optimistas sostienen que la crisis internacional puede llegar hasta 2010, lo que agrega dos años de espera a quienquiera que soñaba con jubilarse en estos días.
Las AFP manejan unos 100.000 millones de dólares de los trabajadores chilenos, quienes están obligados por la ley a entregar algo más del 12% de sus ingresos mensuales a la empresa que elijan. Esa es su única posibilidad de elección, porque no hay un sistema de jubilaciones del Estado y solamente a raíz de la crisis se puso otra vez sobre el tapete la necesidad de crear una administradora estatal de fondos de pensiones. Especular con acciones de la Bolsa, algo que una persona prudente y con fondos limitados no haría para juntar ahorros para la jubilación, es justamente lo que hacen las AFP, con la promesa -que el afiliado no puede negarse a aceptar, porque la ley no permite que sus aportes le sean devueltos cuando lo solicite- de hacer crecer el capital depositado por obligación. Por otra parte, bajo el gobierno de Ricardo Lagos las administradoras de pensiones fueron autorizadas a aumentar el porcentaje de lo que pueden invertir en el exterior, que actualmente llega a la tercera parte de los 100.000 millones de dólares que controlan. Un factor más de preocupación para los futuros jubilados; a punto tal, que en el Parlamento han comenzado algunas negociaciones para elaborar un proyecto que prohíba las incursiones de las AFP en los mercados de valores extranjeros.
Otro impacto del derrumbe financiero norteamericano es el aumento de la cotización del dólar: casi 20% desde los primeros anuncios de la crisis. En una actitud paradójica, que no es exclusiva de Chile, los pequeños inversionistas se pusieron a comprar frenéticamente la moneda del país causante de las dificultades, por la creencia tradicional de que, en situaciones críticas, el dólar es un refugio seguro para los capitales. Con menos billetes estadounidenses a la venta, más alto su precio y no faltan los que ven la posibilidad de hacer pingües negocios de compra y venta, pero más allá de la ola especulativa, el dólar alto puede influir aún en los más pequeños presupuestos familiares. Esto se debe a que Chile es un país netamente importador de productos de uso en la vida diaria, sean ellos artículos escolares, juguetes, ropa, vehículos y hasta leche condensada de China, o carne, harina, pollo, pizzas congeladas y numerosos alimentos más del Mercosur y otras partes de América Latina.
En una sociedad que vive a crédito, para compensar la insuficiencia de los salarios y responder a un bombardeo permanente de estímulos consumistas, la decisión de los bancos de ser más severos en las condiciones que exigen a quienes solicitan dinero, junto al aumento de los intereses, pueden dar otro golpe al nivel de vida de los chilenos. Tal vez sea un saludable golpe de realidad, ya que el endeudamiento de los hogares creció alrededor de 500% en la última década y las deudas representan en promedio más de la mitad del ingreso anual de una familia.
En el marco de las grandes cifras económicas, se prevé un crecimiento menor en 2009 y un desempleo que se acercará al 10% (actualmente está en 9,2%), pero todos los economistas coinciden en negar la posibilidad de una recesión. Lo cierto es que el Fisco chileno, gracias a su sensata política fiscal y su prudencia en el gasto, cuenta con ahorros por U$S 27.000 millones, además de los U$S 24.000 de reservas del Banco Central.
El sistema bancario privado tiene una buena capitalización, aunque el Estado ya le ha inyectado más recursos, para mantener los flujos de dinero, y ninguna institución tenía demasiado en riesgo en la hoy inestable plaza de Nueva York.
Por el momento, Chile parece estar vacunado contra la gripe financiera que llegó del Norte, pero los estornudos se extienden entre los trabajadores con menos ingresos y todos aquellos que esperaban la dicha de la jubilación.


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