Paysandú, Sábado 01 de Noviembre de 2008
Opinion | 25 Oct El «veto» de Uruguay a la candidatura del ex presidente Néstor Kirchner a la candidatura de la recientemente creada Unión de Naciones del Sur (Unasur) es un nuevo factor de rispidez entre los países hermanos, que ha sido asimilado por el gobierno de la vecina orilla como un agravio al pueblo argentino, cuando en realidad el diferendo se planteó entre los gobiernos a partir de la actitud del ex mandatario y el régimen continuista de su esposa, Cristina Fernández, respecto a la instalación de la planta de Botnia en Fray Bentos.
Es decir que se debería situar el tema en su real contexto y no como pretende enmarcarlo el ejecutivo de Kirchner, como un desplante de Uruguay a la Argentina, porque en este contencioso los pueblos no tienen nada que ver y seguirán siendo hermanos, como ha ocurrido a lo largo de toda una historia común.
Y realmente lo que Uruguay ha hecho no ha sido vetar la designación de Kirchner, sino que ha anunciado que no lo va a votar, desde que no tiene poder de veto específicamente, como ocurre en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, por ejemplo, aunque en los hechos el resultado sea el mismo, al establecer que el candidato debe ser votado por consenso.
Pero si hay una persona respecto a la cual no puede haber consenso esa es Néstor Kirchner, y que haya sido propuesto para esa investidura habla del delirio de quien lo propuso, es decir el presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien de entrada trasladó este presente griego a la mesa de la Unasur, que ya empezó a funcionar con un problema gratuito entre los países que la constituyen. En realidad Uruguay no anunció que no votará al candidato argentino, sino a Néstor Kirchner, quien ha dado sobradas muestras de su postura de «pesado» en el conflicto por la planta de celulosa, a contramano del derecho internacional, en abierta violación a la cláusula número uno del Mercosur, que establece la libre circulación de bienes y de personas en el bloque regional.
Empero, Kirchner ha respaldado y tolerado el piquete de los activistas de Gualeguaychú, como en mayor o menor grado también lo hace su sucesora, en tanto no ha vacilado en reprimir los piquetes que cortaban rutas en otros lugares de su país. Esta ambivalencia revela que el problema pasa por otros parámetros, como es que Kirchner no puede tolerar que Uruguay haya actuado soberanamente y no como una provincia más, por lo que decidió castigarlo por haberse atrevido a desafiar su autoridad sobre el Río de la Plata. Por supuesto, el ex presidente no calza los puntos para desempeñar el cargo de secretario general de la Unasur o del organismo internacional que sea, porque para eso se necesita una persona abierta al diálogo, respetuosa del derecho internacional, componedora, con cintura política y merecedora de confianza, por encima de la coyuntura de que se trate. Y el ex mandatario está precisamente en las antípodas de ese perfil, desde que apuesta a la confrontación, a la imposición, genera polémica y es absolutista, o por lo menos con una concepción particular de la democracia que no es la que se debe tener en funciones de estas características, de lo que además ha dado muestras tanto en su relación internacional como hacia adentro de su país.
Lamentablemente, las cosas son como son y no siempre como quisiéramos que fueran: el nombre de Kirchner nunca debió estar sobre la mesa, como ha estado, para generar un nuevo elemento de fricción, que no necesitamos cuando mal o bien se debería estar en la etapa de recomposición de las relaciones bilaterales.
Y por supuesto, la propuesta ecuatoriana resulta invotable por múltiples razones y no solo para Uruguay, que a través de esta decisión seguramente le ha sacado un problema de encima al organismo, aunque ha agregado una perla más al diferendo con el país hermano, todavía con consecuencias imprevisibles, teniendo en cuenta el tratamiento que le han dado los Kirchner al conflicto.
Por lo tanto, la Administración Vázquez no tenía alternativa mejor que hacer lo que hizo, ante este brete en que fue metida gratuitamente, solo porque en el Cono Sur, con «referentes» como los Hugo Chávez, los Rafael Correa y los Evo Morales, además del mismo Kirchner, estamos haciendo más por retroceder que por avanzar en un mundo que, pese a la coyuntura, nos ofrece oportunidades que seguimos desaprovechando por nuestros propios errores.
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