Paysandú, Lunes 03 de Noviembre de 2008
Opinion | 01 Nov Por un tan viejo como tozudo error, Estados Unidos sufrió nuevamente una durísima derrota en las Naciones Unidas, donde por 185 votos a favor, tres en contra —incluido el de la propia nación norteamericana— y dos abstenciones, el organismo internacional votó una resolución sobre la «necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero» contra la isla del Caribe, que rige hace ya más de cuatro décadas.
La medida impuesta por Washington como consecuencia de la crisis de los misiles de 1962, cuando el bloqueo por agua y aire dispuesto para intimar a que se desmontaran los misiles instalados por la ex Unión Soviética en el corazón de Cuba, apuntando directamente a blancos cercanos de Estados Unidos, tuvo su razón de ser durante la crisis, pero con el paso del tiempo las causales se han ido extinguiendo y en cambio la medida ha servido como excusa para un endurecimiento del régimen de Fidel Castro.
El pedido de levantamiento del bloqueo en la ONU va dejando año a año más aislado a Estados Unidos, desde que en cada oportunidad se suman más países contra la imposición que pretende aislar económicamente a Cuba, a un costo político que es mucho mayor para Washington que el que se pretende hacer pagar a la tiranía cubana.
Y si hablamos de excusas, este argumento fue recurrentemente manejado en la última reunión del organismo internacional por el canciller de la isla, Felipe Pérez Roque, quien subrayó que «cálculos muy conservadores revelan que el daño directo acumulado que ha provocado el bloqueo a Cuba supera los 93.000 millones de dólares, casi dos veces nuestro Producto Bruto Interno».
Además, «aprovechando la bolada», se despachó con que «no es difícil imaginar lo que Cuba habría alcanzado si durante estos casi cincuenta años no hubiera estado sometida a esta brutal guerra económica a escala planetaria», lo que incluso puede sonar razonable para quienes no conozcan la historia contemporánea de Cuba, a partir de la revolución encabezada por Fidel Castro sobre fines de la década de 1950.
La verdad es que durante muchos años, durante la denominada guerra fría y hasta la caída de la antigua URSS por su inviabilidad, a fines de los ‘80, Castro fue apuntalado por el régimen comunista de Moscú para poner a la isla como un ejemplo de los logros a que podría llegarse con la democracia real, en las antípodas del «capitalismo burgués» imperante. Fue así que no escatimó recursos para armar a la isla hasta los dientes, comprarle todo el azúcar que producía muy por encima del precio internacional, «venderle» petróleo subsidiado a raudales, y a la vez aportó equipamiento y tecnología en todas las áreas, porque de lo que se trataba era de exportar la revolución.
Es decir que Cuba fue un escenario de confrontación de la guerra fría, por razones ideológicas, y así por un lado se planteó el bloqueo de Estados Unidos y por otro el apoyo económico incondicional soviético, por los mismos intereses en conflicto.
Cuando se derrumbó la Unión Soviética, la ayuda ilimitada se cortó de un día para el otro, y la crisis se instaló definitivamente en el régimen castrista, acentuando la pobreza de su pueblo y poniendo al desnudo las enormes limitaciones económicas del régimen de partido único, sin elecciones libres, sin oposición y con asambleas populares que se pronuncian por unanimidad, así como una explotación colectivizada incapaz de producir lo suficiente en cantidad y calidad.
Empero, Estados Unidos se empeñó en seguir «castigando» a la isla con una exigencia de democratización que resultó invalidada por el método que se ha empleado, a través de un bloqueo que al fin de cuentas afecta al pueblo cubano mucho más que al régimen, que tiene la excusa que ha buscado siempre para ponerse en papel de víctima del imperialismo y de los abusos del más poderoso.
Washington debería levantar el bloqueo de una vez por todas, porque en primer lugar constituye una medida arbitraria, que además logra precisamente el efecto inverso al que se busca. No ha servido para evitar que Cuba siga gobernada por una tiranía, aunque Fidel Castro esté «retirado» con el poder, y en cambio ha alentado «solidaridades» de quienes siguen poniendo a la isla como ejemplo a imitar, de un sistema que ya no existe en ninguna parte del mundo porque solo ha traído pobreza, desgracia y opresión.
Como la que existe hoy en Cuba, pese a algunos logros parciales que no justifican la férrea dictadura que ni siquiera permite salir a sus ciudadanos a buscar en otros horizontes la calidad de vida y la libertad que les niega el régimen, con o sin el ominoso bloqueo.
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