Locales | 31 Oct En los últimos años la tecnología de la comunicación ha crecido vertiginosamente y quienes utilizamos parte de esos servicios siquiera imaginamos cómo será en el futuro cercano. En ese contexto, la telefonía convencional ha experimentado un notorio avance, dejando atrás toda una parafernalia que hasta no hace mucho conectó al país con el mundo y mantuvo comunicados a los pueblitos más apartados.
Esta historia rescata uno de esos relatos sobre las centrales telefónicas rurales, donde el o la operadora significaban para el usuario mucho más que un funcionario al servicio de la comunicación.
Ana Isabel Belvisi es operadora de la central telefónica en el kilómetro 38,500 de la Ruta 90 y del mojón 171 del ferrocarril. Está casada con Primo Antonio Facchín, son padres de Ana Carolina y son una familia muy querida y respetada en la zona. Comenzó sus funciones el 1º de agosto de 1980 y durante 28 años ha vivido lo que hoy es un sinfín de anécdotas. A principios de los ‘80 la realidad era muy distinta en el campo, tanto que «por aquellos años había 8 abonados, principalmente eran estancias de la zona y conectar los destinos resultaba lo suficientemente traumático como para que muchos perdieran rápidamente la paciencia».
Entonces el tiempo de espera podía llegar a ofuscar a más de un usuario y las más de las veces los reclamos llegaban al grado del insulto. Cualquier tormenta era suficiente para que cayeran las líneas y había que esperar a los «guarda hilos» restablecieran el servicio. Una comunicación a Paysandú ciudad podía tener una demora de una hora cuando en ciertos casos se podía ir y venir en automóvil desde la estancia a Paysandú en ese mismo tiempo. Pero si estación Porvenir lo habilitaba, resultaba mucho más rápido conectar al destino requerido. Eran épocas del sistema con clavijas y las comunicaciones en simultáneo eran limitadas, hasta que en 1986 cambió la tecnología. «Muchas veces los abonados se iban de boca, uno tenía que soportar las impertinencias y los reclamos a veces llegaban a la propia central de Paysandú. El horario era de 7 a 21 todos los días del año, sin feriados ni domingos». Una de las tantas anécdotas refiere a los inconvenientes que hubo de sortear esta operadora para auxiliar a una madre que estaba a punto de dar a luz. Una ambulancia venía desde Guichón a buscarla, pero rompió en el viaje y con una cachila Chevrolet 4 ella y su esposo trasladaron a la parturienta hasta el kilómetro 30 (en «La Volanta»), donde otra ambulancia completó el traslado hasta Paysandú.
La telefonía actual ha dejado todo aquello atrás como un minúsculo capítulo en la historia de las comunicaciones, pero los relatos perduran frescos en la memoria de aquellas telefonistas.