Paysandú, Miércoles 05 de Noviembre de 2008
Opinion | 31 Oct El silencio presidencial sobre la campaña reeleccionista, que al mejor estilo de la recordada de Jorge Pacheco Areco de 1971 promueven integrantes de la fuerza de gobierno, podría interpretarse como un rechazo del mandatario a reiterar que no se presentará para un nuevo período, como dijo más de una vez, pero en esta oportunidad parece diferente, teniendo en cuenta que la bola de nieve se ha echado a andar y cuando adquiere velocidad ya resulta difícil pararla sin consecuencias.
Es decir que todo indica que esta vez Tabaré Vázquez estaría dispuesto a orejear las cartas, pero con el ojo puesto en el escenario interno de la coalición de izquierdas, que es donde se está jugando este partido.
Desde hace tiempo la oposición en forma unánime se pronunció en contra de la infeliz empresa de embarcar al país en una cruzada para reformar la Constitución a la medida de las necesidades electorales del Frente Amplio, como es el caso que nos ocupa, pero el escenario es distinto en la fuerza de gobierno, donde las aguas están cada vez más agitadas.
La indefinición en torno a la fórmula presidencial entre Danilo Astori y José Mujica —este es del orden que prefiere el presidente— se debe a que dentro de la izquierda, sobre todos en los sectores radicales y ortodoxos, hay fuerte resistencia a respaldar la candidatura de Astori a la Presidencia, y como contrapartida, en los grupos moderados se mira de reojo la eventual postulación de Mujica, sobre todo porque entienden que su candidatura generaría rechazo en el centro del espectro político, que vota con independencia de los partidos.
En suma, y en trazos gruesos, el lanzamiento de la reelección con silencio presidencial cobra protagonismo, porque de lo que se trata es de resolver un problema electoral y de disputa de poder dentro de la izquierda. En realidad, Vázquez tendría poco entusiasmo para presentarse para un nuevo período, pero a la vez le disgusta que dentro de su propio partido se rechace el «verticalazo» que más o menos disimuladamente pretendió dictar designando a Astori como su delfín. Por lo tanto, su indefinición de los últimos tiempos, tras haber negado una y otra vez que se presentaría a la reelección, revela que tiene un doble discurso —algo así como el dicho de Mujica de «como te digo una cosa te digo la otra»-- o las circunstancias —que son las que mandan— lo han obligado a cambiar de postura, más precisamente para cerrarle el paso a un Mujica que no tiene su apoyo. Queremos creer que son precisamente las circunstancias —de desobediencia partidaria— las que lo han llevado a que tácitamente respalde su postulación por un nuevo período, pese a que el planteo es inconstitucional.
No es un tema menor, aunque como suele hacerse en nuestro país, las constituciones están para cambiarlas, y todos contentos, aun cuando haya quienes se rasgan las vestiduras por tanto atropello. Pero siempre hay resquicios legales, desacuerdo entre los propios constitucionalistas —aunque muchos interponen su color partidario— y al fin y al cabo, cuando la Carta Magna es sometida al referendo popular se terminan las discusiones.
Esta sería la apuesta del mandatario, si es que realmente quiere volver a ser presidente. Pero sería una absoluta irresponsabilidad poner al país en una durísima campaña electoral, teñido por la polémica sobre la reforma constitucional, solo porque el Frente Amplio no puede ponerse de acuerdo respecto a sus candidaturas y tampoco hay interés por dirimir el pleito en una elección interna, como lo establece la Constitución vigente.
Por lo tanto, de continuar adelante con esta cruzada tan alegre como despreocupada, seguramente en la campaña electoral mucho más que discutir lo que realmente importa, los uruguayos ingresaremos en una radicalización de posiciones, partiendo del hecho de que quienes condenaron duramente en 1971 el intento de reelección de Pachero Areco hoy son abiertos defensores de la misma reforma «a medida» de sus necesidades.
Eso indica, por si alguien tenía alguna duda, que ya no hay inocentes en el mundo de la política, porque quienes ingresaron con esa carta de crédito por no haber ejercido el gobierno, también se han mareado con las mieles del poder y no vacilan en apelar al método que sea para alcanzar sus propósitos, al mejor estilo de los partidos tradicionales a los que han criticado —y no sin razón— durante tanto tiempo.
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