Paysandú, Viernes 07 de Noviembre de 2008
Opinion | 02 Nov Sabido es que sobre la institución escolar recaen una serie de responsabilidades y expectativas, tanto en la ciudad como el medio rural. En este último, la escuela suele convertirse en un centro de referencia para la comunidad y las familias. Y una entre tantas es la de educar para la salud. Es esta una tarea muchas veces realizada en solitario y con gran esfuerzo por las maestras y maestros que tratan de inculcar desde hábitos de higiene elementales hasta cuestiones más complejas relativas a la prevención. Ultimamente, con la participación del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) y la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) se han desarrollado programas de capacitación en Salud Animal a la población rural y, en particular, a maestros y alumnos de la educación pública.
En el 2007 se realizaron jornadas de capacitación a 1.500 maestros rurales sobre zoonosis y enfermedades de bienestar animal, contando con la participación de técnicos de la Facultad de Veterinaria, de la Academia Nacional de Veterinaria, de la Dirección Nacional de Servicios Ganaderos (MGAP) y de la Comisión de Zoonosis. En tanto, este año hubo jornadas en talleres para alumnos y personas del entorno de la escuela, talleres para alumnos de séptimo, octavo y noveno grado de las escuelas rurales, conjuntamente con vecinos de las respectivas zonas.
En setiembre fue lanzada una «Campaña de sensibilización sobre la importancia de la salud animal como patrimonio de los uruguayos», tratándose de un plan que entregará juegos didácticos a cada uno de los niños que asisten a las diferentes escuelas rurales del país. Mediante estos juegos se pretende generar una «herramienta de educación participativa en salud animal y seguridad alimentaria». La idea es que a través de lo lúdico, los niños aprendan conceptos que refieren a enfermedades como la aftosa, rabia, sarna, vaca loca, leptospirosis, hidatidosis y brucelosis.
Esto, que visto con ojos ciudadanos y centralistas puede parecer algo sin demasiada importancia, la cobra si tenemos en cuenta que estudios realizados por la Comisión Nacional de Lucha contra la Hidatidosis descubrió a través de diagnóstico ecográfico que la incidencia del quiste hidático en la población es 30 a 40 veces mayor a lo esperado, en tanto que han surgido nuevas zonas de riesgo. En 1884 se diagnosticó el primer caso de quiste hidático en el Uruguay y en 1894 se operó el primer enfermo en el país. Hoy, más de un siglo después, éste sigue siendo un problema sanitario que nos interpela y en el que todos podemos contribuir a su solución a través de la educación, la toma de conciencia y el ejercicio de una conducta responsable erradicando la vieja costumbre de dar achuras crudas a los perros. Si en eso pueden colaborar los juegos que está repartiendo la ANEP —y que es de esperar lleguen a todas las escuelas rurales—, bienvenidos sean, aunque hay otras responsabilidades de organismos públicos que no pueden ser soslayadas.
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