Paysandú, Sábado 08 de Noviembre de 2008
Opinion | 03 Nov Pese a que todavía hay rezagos de algunas «solidaridades» de por medio, la reciente cumbre en Brasilia de los ministros de Economía, cancilleres y altos funcionarios de los cuatro países signatarios del Mercado Común del Sur ((Mercosur), puso de relieve que hay concepciones diferentes respecto a la crisis financiera internacional y sobre las medidas que podrían adoptarse individualmente o en conjunto, porque es muy difícil que un coro que siempre ha cantado desafinado logre un ajuste perfecto para una sola canción.
La crisis financiera es coyuntural y durará lo que tenga que durar, y en este contexto va a tener poco y nada de incidencia lo que hagan los países del bloque, que no cortan ni pinchan en el concierto internacional, aunque sean suministradores de materias primas para un mundo en el que gradualmente se van agotando los recursos naturales.
Y como hay concepciones diferentes, tanto entre los países miembro como en los estados asociados, resulta harto difícil acordar estrategias y aún definir un común denominador en temas puntuales, para por lo menos aparentar ante el mundo exterior que se puede negociar en conjunto. Un jerarca del gobierno uruguayo, según da cuenta el semanario «Búsqueda», reconoció que «sonamos como un coro desafinado» y que si bien Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay coincidieron en que el sistema financiero necesita cambios y regulaciones, los representantes de Bolivia y Venezuela, en sintonía en cuanto a la concepción socialista-bolivariana promovida por el gobierno de Hugo Chávez, subrayaron que se está ante el fin del capitalismo y que ha llegado el momento de promover cambios de fondo en el esquema económico-financiero mundial.
El problema que surge a primera vista es de qué forma se cree que se pueden procesar estos cambios, y si va a ser impulsada por los gobernantes de esos dos países, que tienen grandes problemas que no dependen precisamente del ordenamiento económico mundial, sino de sus propias falencias, y en el caso de Venezuela, sobre todo, dependen en más de un noventa por ciento de los recursos que pueda obtener del petróleo, actualmente depreciado en más de un 50 por ciento de su valor pico de julio, de unos 140 dólares el barril, cuando parecía que mediante sus petrodólares podría comprar conciencias y apoyos en la región para sus delirios de protagonismo internacional.
Para encarar cambios de fondo es preciso alcanzar por lo menos un principio de consenso entre quienes dictan las reglas, y sobre todo determinar hacia donde se quiere llegar, y cómo. Por lo pronto, ya Argentina sustenta una posición intermedia, al considerar que el bloque debería tener una concepción más proteccionista en su modelo comercial, y prácticamente cerrado al resto del mundo, uno de cuyos instrumentos sería establecer un Arancel Externo Común (AEC) más alto para una lista de productos.
Este planteo va en sintonía con lo que ha sido la postura de los dos sucesivos presidentes de la Administración Kirchner, y es un paso seguro al fracaso, como lo es el modelo económico argentino, que está procurando por todos los medios mantener su esquema de subsidios para seguir aferrado a su modelo de economía. El problema es que no le dan los números, ante la baja de los precios internacionales y la consecuente merma en la recaudación por detracciones. Acompañar al vecino país en esta postura contra natura sería un suicidio en masa, y de ahí que pese a la expresión de simpatías el planteo quedó en la nada, e incluso fue manifiesta la oposición de Uruguay.
Incluso el ministro de Economía y Finanzas, Alvaro García, estimó que el arancel común ya es alto y no es conveniente aumentarlo. «Lo peor en el marco de la actual crisis sería recurrir al proteccionismo», acotó por su lado otro alto funcionario del gobierno. También se pronunció en este sentido el canciller brasileño Celso Amorim, en tanto la delegación de Paraguay, integrada por funcionarios de menor jerarquía, prefirió mantenerse al margen de la discusión.
Pero más allá de las posturas respecto a la situación coyuntural, es evidente que el gran problema del Mercosur pasa por asimetrías económicas y el bilateralismo que siguen aplicando Argentina y Brasil, que forman parte de un concepto de paternalismo y prescindencia que es mucho más duradero, lamentablemente, que la crisis internacional, que pasará de la misma forma que llegó. Pero por fortuna, también gobernantes como los Chávez pasan, pero los países y los pueblos quedan.
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