Paysandú, Sábado 08 de Noviembre de 2008
Opinion | 06 Nov La convocatoria del Poder Ejecutivo a diez embajadores de nuestro país en puntos clave para los productos nacionales de exportación es una buena señal que envía el gobierno hacia adentro, hacia los operadores económicos y la propia población, desde que se apunta a detectar falencias y oportunidades en destinos en los que seguramente no se han aprovechado las posibilidades, y en gran medida porque por regla general nuestro servicio exterior suele estar en la cómoda, con muy buenos salarios pero con escaso retorno en cuanto a promover el intercambio comercial.
El detonante para que la Cancillería adoptara esta decisión, por indicación del presidente Tabaré Vázquez, es la crisis financiera internacional y las repercusiones negativas que ésta ya nos ha deparado, desde que Brasil nos ha dejado de comprar textiles y otros productos, que han quedado fuera de competencia por una sensible depreciación del real, Rusia nos ha «clavado» con grandes volúmenes de carne y en otros mercados hay retracción que se perfila como una ola de dificultades en un mundo que se mostraba abierto y receptivo a precios que nunca antes se habían pagado por las materias primas.
Es compartible la inquietud del gobierno, desde que aunque estemos supuestamente «blindados» desde el punto de vista financiero, como sostiene el Poder Ejecutivo —y esto también se presta a más de una interpretación y dudas— el comercio internacional ya está ingresando en una retracción, en gran medida solo por expectativas, pero que igualmente repercuten en la demanda que hasta ahora se presentaba promisoria, y que desapareció de un día para el otro.
Pero esa actitud representa a la vez un cambio sustancial respecto a las primeras reacciones del ex ministro de Economía Danilo Astori y otros integrantes del Poder Ejecutivo, cuando al principio subrayaban que «no nos va afectar», para luego reconsiderarlo y anunciar que «nos puede afectar en algo» y llegar ahora a que evidentemente «nos va a perjudicar», en una medida aún imposible de determinar.
Y hace bien el gobierno en convocar a los embajadores para que «se pongan las pilas» y estén en sintonía con el desafío que plantea la coyuntura, aunque en realidad este compromiso debería ser permanente y no cuando se presentan dificultades adicionales. El apoyo al sector privado que crea la riqueza y que precisamente genera los recursos para pagar esos generosos salarios debería ser una de las prioridades y no un aspecto accesorio, como ha sido hasta ahora, con muy escasas excepciones. Es cierto, en este nuevo escenario, que ahora ha reconocido el Poder Ejecutivo como un replanteo del panorama favorable que se nos había presentado a partir de 2004, ya nada va a ser como antes, y habrá que pelear por cada porción de mercado, con calidad y precios, es decir mejorando sensiblemente la competitividad, lo que guarda estrecha relación con los costos internos de producción.
Y a partir de este reconocimiento de la realidad tiene que jugar su papel el Estado, de forma de pesar lo menos posible sobre los sectores reales de la economía, a efectos de que estén en las mejores condiciones posibles para generar riqueza. El Estado pesa a través de costos exacerbados, a partir del gasto público, que no tiene carácter regenerativo y se queda para su funcionamiento con la mayor porción de la torta.
Por lo tanto, lo primero que debería hacer el Poder Ejecutivo para estar a tono con las circunstancias y contribuir a que nuestro país tenga otro perfil en este desafío, es no ejecutar los fondos autorizados por la Rendición de Cuentas solo con los votos del oficialismo, que ya eran un delirio con el escenario de bonanza que teníamos planteado, y que en medio de la crisis son un suicidio seguro y sobre todo de gran perjuicio, en el mediano plazo, para los sectores a los que se dice beneficiar con ese gasto adicional de casi cuatrocientos millones de dólares. Es fundamental, por lo tanto, pese a la tentación del carnaval electoral, que la Administración Vázquez ponga los pies sobre la tierra, deje de vivir el momento, con gran parte de su elenco pensando nada más que en la reelección y se apreste a racionalizar la asignación de fondos, para hacer que el mal momento internacional nos castigue lo menos posible.
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