Opinion | 08 Nov El anuncio del Banco de Previsión Social de la entrega de una canasta o vale por valor de 300 pesos a fin de año, a pasivos que perciban menos de tres prestaciones básicas contributivas (PBC), que actualmente suman poco más de 5.000 pesos, es justificada en esta oportunidad por atender necesidades en estas fechas de un sector que en medio de grandes carencias, ve pasar las fiestas tradicionales «con la ñata contra el vidrio», por falta de disponibilidad de dinero o dependiendo de sus familiares para tener algo especial en la mesa.
Es cierto, 300 pesos es poco dinero en el contexto del precio de alimentos de la canasta básica, pero siempre es mejor que nada, que era lamentablemente la tónica hasta el presente, aunque debemos tener presente que las pasividades se calculan sobre la base de todo lo aportado por los trabajadores durante su vida activa, lo que incluye también los aportes correspondientes a los aguinaldos.
Ello no quita que igualmente el pasivo reciba solo poco más de la mitad, como regla general, de lo que percibía como ingresos en su vida activa, lo que implica una pérdida significativa de su calidad de vida y precisamente, también quedar con los recuerdos de otros tiempos mejores en las celebraciones tradicionales, y no solo desde el punto de vista familiar.
Lamentablemente, hay elementos a tener en cuenta que llevan a tomar con relativo entusiasmo este cambio de actitud en el BPS: primero, que llega en el año inmediatamente antes al de las elecciones nacionales, en tanto se dejaron años previos en los que hubo un aumento sustancial en la recaudación, sin poner de manifiesto esta «sensibilidad» que ahora se traduce en esta canasta.
Y en segundo término, que las necesidades básicas, como ciertos aumentos que se otorgan, no se terminan con las tres PBC, sino que la penurias van mucho más allá de este límite, y no corresponde dejar en cero a quienes se pasan hasta por un peso del límite establecido.
Debería haber por lo menos un sistema gradual, a través de franjas, que atenúe este corte arbitrario establecido como límite de pobreza, por quienes ahora son directores y cuando estaban en la oposición siempre decían que había plata suficiente para mejorar las prestaciones y pagar aguinaldos a los pasivos.