Paysandú, Viernes 14 de Noviembre de 2008
Locales | 07 Nov La pausa es un tiempo que no tiene precio. En ese lapso las imágenes se suceden y estimulan los sentidos. Intransferible, seductora y única, es a la vez tan simple como la propia atmósfera en la que se desarrollan las escenas. Es nuestro tiempo y es necesario aprender a disfrutarlo. Lo creamos nosotros y cada uno es el protagonista de su propia pausa. El hombre de campo también necesita de esa recreación momentánea que lo aleje de su labor diaria, porque su compromiso con la tierra no deja mucho margen para el solaz. Él también sabe el valor que tiene ese momento, que le recuerda que se puede pensar en nada, mirando sin mirar y disfrutando de la rara armonía que surge de esa conjunción.
Un aroma, una imagen, el trino de las aves o la brisa que despeina nuestro estrés a veces son suficientes para arrancarnos de la rutina. Poco importa el momento y el lugar cuando una pausa se vuelve indispensable, pero sí que en esencia se trata de mucho más que un breve descanso.
No interesa en qué ocupemos esos instantes; eso dependerá de cada uno. Mirar sin ver, compartir sin ser protagonista o disfrutar del sonido de la naturaleza son solo algunas posibilidades. Quienes tienen esa envidiable oportunidad bien saben que disfrutar de ese tiempo puede resultar la experiencia más reveladora, que sirve también para mirar hacia dentro y tratar de ver.
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