Paysandú, Viernes 14 de Noviembre de 2008
Opinion | 13 Nov Mientras el flamante presidente del Banco Central del Uruguay, Cr. Mario Bergara (ex subsecretario de Economía y Finanzas), reafirmó la visión del equipo económico de que Uruguay está «sólido» frente a la crisis internacional, el sector privado, el que asume los riesgos, y paga con desempleo y cierre de empresas el precio de la coyuntura adversa, transmitió nuevamente a través de sus gremiales su inquietud y demanda de la contraparte del Estado para atemperar los efectos de la situación internacional.
En las últimas horas siete cámaras empresariales se reunieron con el ministro de Relaciones Exteriores Gonzalo Fernández y le pidieron apoyo estatal para mejorar la competitividad. La Cámara de Industrias, la de Comercio y Servicios, de Tecnologías de la Información, la Mercantil de Productos del País, la Unión de Exportadores, la Asociación Rural y la Federación Rural le expresaron al canciller Gonzalo Fernández su «preocupación» por lo que pueda ocurrir con sus negocios en 2009. Esta inquietud también fue planteada desde el gobierno, aunque el papel del representante de la Administración Vázquez fue el de atender los planteos y formular comentarios, pero sin compromiso respecto a temas que en realidad son de resorte del equipo económico y no de la Cancillería.
El delegado de los industriales, Diego Balestra, dijo a «El País» que planteó en esta instancia que en Uruguay «no se pueden tomar medidas proteccionistas como las licencias previas de importación que aplicó Argentina y que está evaluando Brasil», por lo que el gobierno «debería tomar medidas de apoyo» que aseguren el nivel de actividad y el cuidado de las fuentes de empleo.
Balestra sostuvo que «de la misma manera que cuando años atrás vino la época de la bonanza y a las empresas se les exigió un mayor aporte, sacándole la devolución de impuestos indirectos y luego aumentando el aporte patronal, ahora es el momento de apoyar al revés a los sectores más afectados y volver atrás transitoriamente hasta que las turbulencias pasen».
Consideró que el aspecto sustancial es no perder mercados, actividad ni puestos de trabajo «porque ahí es donde se producen los recursos que el Estado necesita para redistribuir», indicó.
Incluso los empresarios menos afectados por los problemas, como los que integran la Cámara de Tecnologías de la Información, transmitieron que si bien el sector mantiene aún su pujanza, hay proyectos detenidos por estar vinculados a instituciones financieras que se congelaron con la crisis. La cancillería, dentro de su ámbito de acción, informó que ya se instruyó a los embajadores para que capten información y encuentren las oportunidades comerciales que puedan en los respectivos países, y también se presentó el servicio de Inteligencia Comercial, que es una nueva herramienta que está diseñando la Cancillería que permitirá a los exportadores conocer a qué país se puede vender y bajo qué condiciones. En realidad, esta participación activa de las embajadas y misiones comerciales debería ser una constante en el país, como política de Estado, y no solo una respuesta a medida ante la coyuntura, en tanto es de recibo la incorporación de la «herramienta» a la que se refiere el canciller como un elemento más en esta dirección.
El designado director de Asuntos Económicos de la Cancillería, Walter Cancela, consideró, por su lado, que «la crisis nos puede llegar fundamentalmente por el lado comercial» y que por lo tanto «las prioridades estarán centradas en mecanismos de inteligencia comercial para aprovechar nichos de mercado».
Lo que es absolutamente cierto, porque por más «blindajes» financieros de que se haga gala, cuando las exportaciones se resienten, caen los negocios de exportación y los ingresos de divisas, decae la actividad económica y el efecto de «arrastre» se da tanto en un sentido como en otro, y en este caso como factor adverso. El planteo de los empresarios conlleva un contenido de expectativas que no debería desecharse por el Poder Ejecutivo, desde que ya se ha generado un incipiente desempleo en el sector, y no estamos ante compartimientos estancos en la economía que indiquen que se puede aislar a un área de actividad, sin que se afecten las otras.
Y la respuesta del gobierno debe ser clara: la de asumir responsabilidades a través de la reducción del peso del Estado sobre quienes crean la riqueza, sin esperar que la realidad nos deje en shock para después reaccionar tarde y mal, como suele ocurrir, ante la ausencia de medidas contracíclicas, como debió hacerse mientras se podía, en lugar de seguir aumentando el gasto público.
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