Paysandú, Sábado 15 de Noviembre de 2008
Opinion | 11 Nov Desde hace tiempo, pese al triunfalismo y al dejo de soberbia que surgía de las declaraciones de integrantes de la fuerza de gobierno, advertimos que la Administración Vázquez estaba haciendo el papel del nuevo rico, que ante una oleada de oro derivada de la bonanza internacional pretendía que estaba ante una ecuación permanente y no ante una coyuntura que podía darse vuelta en cualquier momento, con un margen de maniobra muy acotado para nuestro país si no se adoptaban medidas contracíclicas.
Es decir, asumió que ante una recaudación que superó holgadamente las expectativas, tenía posibilidades de sumar y sumar gastos, porque los ingresos lo permitían, a la vez de calificar de agoreros a quienes una y otra vez advirtieron, de buena fe y con el sentido común que deriva simplemente de la experiencia, que en época de vacas gordas es el momento de hacer bien los deberes para quedar mejor perfilados en cuanto asomara una nueva crisis.
Y el deterioro de la situación financiera internacional encuentra al gobierno a solo poco más de un año de entregar el poder, lo que indica que tuvo casi cuatro años para adoptar las medidas que se han reclamado, en vez de gastar todo lo que entró para pagar la «deuda social» con políticas costosas y lo que es peor, sin ningún sustento para quienes resultaron los presuntos beneficiarios de todo ese dinero.
El punto es que pese a que la crisis ya está repercutiendo en nuestro país, con pérdida de mercados exportadores y un incipiente desempleo que esperamos no pase a mayores —crucemos los dedos— es todavía posible para el gobierno trasladar el fardo al gobierno que le suceda, sea del partido que sea. Si es para un nuevo gobierno del Frente Amplio, se estará dando un pase para encarar el siguiente período con dificultades mucho más graves que las que tuvo al iniciar esta gestión, pese a la manida apelación a la «herencia maldita». En este caso, la que reciba será consecuencia de sus propios errores, por supuesto.
De corresponderle el gobierno a otro partido, los que asuman la responsabilidad de conducir el país podrían echarle en cara a la administración saliente que recibieron un país con las cuentas en orden y creciendo, para entregarlo con serios problemas, números en rojo y muy comprometido.
Pero para los uruguayos, para el ciudadano común, este intercambio de facturas significaría que el sistema político sigue encerrado en su burbuja y al margen de los problemas de la población, que siempre es la que paga los platos rotos que dejan quienes aplican sus propias recetas y cuando fallan, como ocurre normalmente, tienen la ligereza de atribuir a otros la culpa, sin asumir la cuota parte de las propias.
La Administración Vázquez asumió la conducción del país con viento a favor en la economía internacional, y con el crecimiento de la actividad, aumentó la recaudación y hasta ha tenido «espacio fiscal» para gastar. En vez de utilizarlo como margen de maniobra para cuando la cosa se diera vuelta, irresponsablemente se gastó todo e incorporó gastos en la Rendición de Cuentas, basados en una dinámica económica que tiende a estancarse y eventualmente a retroceder, ya para el próximo año.
Estamos en el momento de adoptar decisiones responsables y eventualmente asumir los costos políticos de decirle a la ciudadanía, con honestidad, que las cosas han cambiado y que ante circunstancias que nadie podía prever para un futuro tan inmediato, no se ejecutará el cien por ciento del gasto previsto.
Creemos que la ciudadanía, aún la proclive a caer en facilismos y voluntarismos, comprendería igualmente la necesidad de apretarse el cinturón en cuanto a las cuentas públicas. Ello no significaría ingresar en tremendismos sino actuar responsablemente y evaluando la tesis más pesimista como la más probable, porque siempre hay tiempo de corregir hacia arriba, lo que precisamente no ocurre a la inversa sin ingresar en situaciones traumáticas.
Es decir que ante la tentación del carnaval electoral el momento aconseja tener prudencia en el gasto y hacer lo que se debe hacer, para atenuar los impactos negativos de la recesión internacional. ¿El gobierno está maduro para asumir esta responsabilidad ante el país? Y la oposición, ¿también tendrá altura de miras como para no hacer caudal de esta situación y no pasar facturas por las consecuencias inmediatas de contener el gasto? Lamentablemente, mucho nos tememos que en ambos casos las respuestas sean negativas, y que todos pagaremos por ello.
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