Paysandú, Sábado 15 de Noviembre de 2008
Opinion | 14 Nov Por «enésima vez» el presidente Tabaré Vázquez reafirmó que no se postulará para la reelección como mandatario, con lo que le estaría sacando un grave problema de encima al país, a pesar de que muchos de sus seguidores no le creen y siguen adelante con la trasnochada campaña de recolectar firmas para reformar la Constitución con ese único objetivo.
Así y todo el jefe de Estado no puede culpar a sus ministros y otros dirigentes por hacer lo que hacen, porque la «enésima vez» suele ser seguida de declaraciones que vuelven a sembrar la duda, como hizo tras el Consejo de Ministros de San José, cuando sostuvo que sobre este tema mantendría un prolongado y profundo silencio (PPS), lo que los reeleccionistas consideraron como la luz verde que esperaban para seguir adelante a toda máquina.
Y fue tal el desatino de esta argumentación, que el PPS no tuvo nada de silencio, de profundo ni de prolongado, porque horas después Vázquez se desdijo ante legisladores del Movimiento de Participación Popular y de otros sectores, entre ellos Doreen Ibarra, a quienes expresó, esa vez claramente y sin evasivas, que no está dentro de sus planes postularse para un nuevo período presidencial, para lo que debería reformarse la Constitución.
Es decir que el mandatario tuvo que salir a desactivar rápidamente un problema que se le escapaba de las manos, porque el país quedaba nuevamente como rehén de las desavenencias internas de la fuerza de gobierno, que es lo único que explica el impulso reeleccionista para un tema que a esta altura ya debería estar saldado con una simple convocatoria del presidente a sus ministros y plantearles claramente un «no va más».
No es novedosa una disputa por el poder dentro de un partido, incluyendo a un Frente Amplio que desde su fundación se autoproclamó diferente, pero que en el ejercicio del gobierno ha puesto de relieve que hay concepciones distintas en su seno, con profundas divergencias. Lo que tampoco debería ser novedad para nadie, teniendo en cuenta que estamos ante una coalición de partidos, que van desde la democracia cristiana al comunismo ateo, por citar dos ejemplos claros, y que una cosa es acordar para oponerse al gobierno de turno y otra muy distinta coincidir en la propuesta a la hora de asumir responsabilidades.
Evidentemente el recelo presidencial responde a que hay grupos, como el propio MPP, sector mayoritario en la fuerza de gobierno, que no ocultan su malestar por el respaldo de Vázquez a su delfín Astori, e insisten en promover a José Mujica como precandidato. El cuestionamiento desde adentro del Frente Amplio presagia que también queda cuestionado el liderazgo del actual presidente para una eventual postulación en 2014, sobre todo cuando a la vez presurosamente acaba de vetar la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, votada por el Senado, uno de cuyos capítulos incluye la despenalización del aborto bajo determinadas circunstancias.
Ocurre que la ley fue aprobada exclusivamente con los votos del Frente Amplio, a sabiendas de que en su momento el presidente anunció que vetaría una norma de este tipo, por ser contraria a sus convicciones. El mandatario ha quedado así en una posición incómoda, cuando todo su partido ha votado la ley, desconociendo su postura y su liderazgo, al fin de cuentas, en tanto la oposición votó en contra y apostando a que Vázquez cumpliera con su anuncio de interponer el veto.
El veto presidencial significará que el punto pase a dilucidarse en la Asamblea General, donde se necesita una mayoría especial para levantar el veto, por lo que Vázquez dependerá de la oposición para imponer su criterio.
Nadie puede sorprenderse a esta altura de las contradicciones que tiene la política, que ha sido definida como el arte de lo imposible, y donde más que en nunca tiene vigencia el viejo dicho del «nunca digas que de esta agua no has de beber». Y estos episodios, aún con una raíz muy distinta, sirven para demostrar que no hay fidelidades eternas y a toda prueba, sino que las circunstancias son las que sellan las decisiones y el destino del hombre, parafraseando al filósofo español José Ortega y Gasset.
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