Paysandú, Miércoles 19 de Noviembre de 2008
Opinion | 12 Nov En más de una oportunidad, Uruguay manifestó su preferencia por las empresas en manos del Estado y, en lo posible, gozando de un monopolio que les garantice un público cautivo para asegurar su rentabilidad aún en el caso de mayor ineficiencia operativa.
Eso al menos es lo que se desprende de los referendos impulsados en defensa de las empresas públicas, las infinitas manifestaciones de las centrales sindicales y toda la propaganda que se hace a favor de los «entes autónomos». Y precisamente como ejemplo de buena administración y eficiencia se suele citar el caso de Ancel, que aún administrada por el Estado y en situación de competencia con otras dos compañías de telefonía celular alcanza una excelencia tal que la hace líder entre todas ellas.
Eso al menos es lo que transmite la Dirección de la empresa. Pero resulta que el organismo regulador de las telecomunicaciones en Uruguay, Ursec, no considera lo mismo, y días atrás divulgó un comunicado según el cual Movistar habría superado a la empresa estatal en ventas con un 39% del mercado contra el 37% que acapara Ancel, lo que esta última se apresuró a desmentir. En todo caso, la evolución de las dos competidoras sirve para evaluar el desempeño de «nuestra» empresa, que durante muchos años contó con prácticamente la totalidad del mercado uruguayo y hoy pelea por un primer o segundo puesto, seguido de cerca por Claro para el tercer peldaño.
Si bien el crecimiento explosivo de las empresas privadas es muy reciente, también es cierto que en una primera época cuando se instalaron en Uruguay no manifestaron demasiado interés en el mercado, y parecía más bien que pretendían marcar presencia más que cumplir con un servicio acorde a las necesidades de los usuarios. Es así que en un principio Movicom –como se llamaba originalmente la actual Movistar—solo se interesó por prestar servicios en la costa desde Colonia a Punta del Este, dado que el grueso de sus clientes eran precisamente los argentinos que vienen a veranear a las playas del sur, mientras que CTI –hoy Claro— apenas marcaba presencia nacional con unas pocas torres de conexión fuera de Montevideo.
Pero por algún motivo cambiaron su estrategia y cuando se decidieron finalmente a competir en serio, en poco tiempo le quitaron a Ancel más del 60% del mercado. La respuesta inmediata de la hija menor de Antel fue reducir las tarifas a precios irrisorios, pero habrá que ver si eso no termina socavando las finanzas de la empresa. Por lo pronto, lo que queda demostrado es que los uruguayos más allá de lo que plantean los sindicatos de los entes autónomos y el resultado que se pueda obtener en referendos a favor de los monopolios estatales, en situación de libre mercado nos volcamos sin miramientos al servicio que más nos sirve, aún si ello significa una «traición» a nuestras empresas.
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