Paysandú, Jueves 20 de Noviembre de 2008
Opinion | 15 Nov En su reciente pasaje por Paysandú a efectos de considerar con autoridades y empresas locales cuál es la situación en Uruguay a partir de la crisis financiera internacional y cuáles son las posibles acciones que puede desarrollar el gobierno para atemperar los efectos, el asesor del Ministerio de Economía y Finanzas en la Unidad de apoyo al sector privado, contador Diego Vallarino, formuló algunas evaluaciones que, por decir lo menos, llaman la atención porque refieren a una realidad que no se parece a la del país, o por lo menos a la de Paysandú.
Por un lado corresponde valorar que la Intendencia Departamental ya desde hace varios días convocó a una reunión con exportadores y empresarios a efectos de evaluar el posible impacto de la crisis en nuestro medio, habida cuenta de que desde principios de este mes en más de un establecimiento se han registrado envíos de personal al seguro por desempleo y en algunos casos se está planteando reducir las horas trabajadas, debido a la caída de la demanda internacional, eventuales complicaciones para colocar productos o bajas de precios de exportación.
Esta evaluación en el ámbito departamental se formuló incluso cuando todavía voceros del equipo económico sostenían a tambor batiente que nuestro país estaba «blindado» y que la crisis la iban a sufrir seguramente quienes no se encuentran en las condiciones en que está Uruguay. Felizmente, esas expresiones de soberbia dejaron luego pase a la aceptación de que realmente somos vulnerables, y que no vamos a salir indemnes de la crisis, por lo que ya están en estudio medidas que en la tesis gubernamental permitirían paliar sus efectos en lo interno.
En ese contexto se hizo presente el asesor del MEF, quien planteó que el gobierno parece haber hecho todo bien y la responsabilidad por lo que puede pasar es exclusivamente de los empresarios, que no tendrían formación ni el grado de profesionalización indispensable para haber previsto que esto podía ocurrir.
También manejó que hay un volumen muy bueno de reservas internacionales y que externamente «estamos muy bien posicionados», lo que no quiere decir invulnerables, teniendo en cuenta que el Uruguay padece los mismos problemas estructurales de siempre y que dependemos de la receptividad de los mercados para crecer. Según el jerarca las grandes empresas tienen gerentes financieros que les permiten tener saneado el presente y el futuro, por lo que en su óptica por este lado el riesgo es mínimo, y en cambio el único problema real es el de las Pyme, que no tienen gerentes ni profesionalización. También sostuvo que «hay empresarios a los que no les gusta correr riesgos, por lo que tienen compras a futuro a precios y estimaciones de tipo de cambio, y aunque tengan ciertos vaivenes está cubierto. Así como hoy el gobierno está cubierto con las reservas, las empresas tendrían que haber hecho algo similar con los precios que estaban cobrando».
Esta evaluación parece propia de un delirante o de un burócrata apoltronado en la comodidad de un escritorio, a la sombra del Estado omnipresente y convidado de piedra en cuanto esquema empresarial se intenta, preocupado solo de recaudar para gastar pronto y mal, más que la de un funcionario inquieto por promover la creación de riqueza a efectos de su distribución regenerativa en el tejido socioeconómico del país.
Precisamente en este país quienes más arriesgan son los empresarios, que por supuesto desearían poder formular previsiones y tener la luz suficiente para planificar con reglas de juego estables. Pero el Estado se lleva la parte del león, con una gran presión tributaria, con cargas sociales desmedidas y altos costos en energía y servicios, lo que hace que el común denominador para el empresario sea vivir al día y tratar de minimizar los riesgos a correr, so pena de que de un momento a otro tenga que bajar la persiana. No es porque sí, además, que muchos trabajen parcialmente en negro, en lo que no es ninguna solución, pero que les permite por lo menos «ir tirando» hasta que las cosas mejoren, mientras el Estado gasta alegremente todo lo que recauda y lo que tenía previsto recaudar, en base a un escenario favorable que poco duró como para pensar en enriquecimiento.
Por este lado debería buscar Vallarino las alternativas, y no por el lado de las empresas, que como los propios trabajadores que de ellas dependen —no los del Estado, por supuesto, que siempre están en las maduras— apenas tratan de sostenerse en el presente, para que el futuro no los encuentre ya marginados del camino.
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