Paysandú, Domingo 23 de Noviembre de 2008
Opinion | 20 Nov La presencia del Directorio de Obras Sanitarias del Estado (OSE) en Paysandú es un hecho positivo, en un país en el que no solo se adoptan decisiones para todo el Uruguay desde un escritorio en la capital, sino que se asimila que lo que ocurre en Montevideo es lo que pasa en todo el territorio nacional, y así a menudo se adoptan decisiones delirantes e inaplicables, porque parten de realidades diferentes.
Las autoridades que nos visitan están a cargo de un ente que es sin dudas el que menos se ha modernizado en el país, y está muy lejos de la evolución que han tenido organismos como Antel y UTE, así como Ancap, lo que no quiere decir que sean eficientes ni mucho menos, desde que abusan de su monopolio para imponer tarifas, y trasladar a los usuarios los sobrecostos por su gran burocracia, sin tener privados que compitan y hagan ver cuán lejos están de la eficiencia.
Lamentablemente, en todos los casos la cuenta la paga el usuario que no tiene donde elegir, y a quien por lo menos desde el Estado debería tenérselo en cuenta como quien asume invariablemente los costos de ser «dueño» de las empresas estatales.
Por supuesto, este desaguisado no empezó en este gobierno y tampoco con el actual Directorio de OSE, pero tiene una continuidad que no puede ser quebrada por hechos puntuales a favor o en contra que no van al fondo de la cosa.
Los usuarios deben hacer largas esperas en las oficinas del ente, donde la informatización apenas se ha asomado, y el cliente debe volver una y otra vez con la expectativa de que la persistencia le permita salir más o menos con la solución, aunque ésta le signifique dejar prendas del apero por el camino, teniendo en cuenta que como ocurre en todas las empresas del Estado, éstas se controlan a sí mismas y el monopolio les permite tener siempre las cartas de triunfo en la mano, al no tener el ciudadano donde elegir.
Ello ocurre también porque en plebiscito organizado y promovido por los funcionarios de OSE, solo el Estado puede prestar los servicios de agua potable, lo que además de ser una ridiculez y solo se explica por un reflejo de autopreservación de quienes consideraron que tal vez alguna privatización podía amenazar sus puestos de trabajo, trasladaron el fardo al todo el país, con la complicidad de la actual fuerza de gobierno.
Así, tenemos hoy numerosos poblados –incluso en Paysandú— a los que el organismo les debe el servicio, por lo cual debe hacerse cargo la comuna y para colmo del desquicio, pagarle al ente por el agua que suministra. También le debe a la ciudad de Paysandú las largamente prometidas y reprometidas obras de extensión de la red de saneamiento y construcción de la planta de tratamiento de efluentes cloacales, para dejar de verter en crudo aguas servidas al río Uruguay, al que sigue contaminando como hace cien años, con una ciudad cuya población se ha multiplicado.
Estamos ante un proyecto añejado, que proviene de administraciones anteriores, que ha sido reformulado ante el paso del tiempo, pero el común denominador es la incertidumbre respecto a la fecha de su ejecución, que ha sido corregida una y otra vez, con el resultado invariable de que los trabajos siguen postergándose.
OSE le debe a la vez a Paysandú desde hace muchos años el recambio de grandes tramos de su red de distribución, que es obsoleta, y gran parte de cuyas cañerías ha superado su vida útil, lo que explica que se registren roturas frecuentes y que peor aún, ante la escasez de personal para reparación y mantenimiento, las reparaciones callejeras se van atrasando y tampoco hay soluciones definitivas, primero por la obsolescencia de los caños pero también porque suelen pasar pocos días hasta que la rotura reaparece en el mismo lugar, lo que pone de relieve que se actúa sobre las urgencias para «ir tirando» debido a la imposibilidad material de atender todo lo que se rompe.
Las consecuencias, además, se sufren en el pavimento de las calles, desde que debe aguardarse a menudo varios días hasta que OSE repare la pérdida, para después repavimentar, y encontrarse con que a los pocos días la fuga reaparece, lo que significa doble pérdida de tiempo y recursos para el municipio y para la propia OSE.
Estas son apenas algunas cuentas de un largo collar que significa que el ciudadano sanducero no tiene las respuestas que espera de OSE, lo que no significa cargar las tintas sobre quienes tienen la responsabilidad local de las decisiones, desde que en la gran mayoría de los casos les llegan situaciones consumadas y por lo general de larga data, sin que sus planteos ante las máximas autoridades del organismo sean atendidas en tiempo y forma, a juzgar por los resultados.
Hoy la presencia del Directorio es una buena oportunidad para que los sanduceros les transmitamos a sus integrantes necesidades y reclamos que no son antojadizos, sino consecuencia de largos años de frustraciones y postergaciones, aún quedándonos cortos en el pedido.
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