Paysandú, Lunes 24 de Noviembre de 2008
Locales | 22 Nov Aunque cuenta con estadísticas de la cantidad de pacientes que requieren atención luego de un accidente de tránsito, el Ministerio de Salud Pública aún no cuenta con medios que permitan realizar un seguimiento de la evolución de los pacientes que logran sobrevivir luego de su internación en CTI ni sobre las secuelas con las que finalmente quedan o el costo que ese accidente a la postre vino a tener para la familia, el propio involucrado y la sociedad. La buena noticia es que la obligatoriedad del uso del casco se ha empezado a notar, registrándose una disminución en la gravedad de las lesiones de los accidentados.
Según informó a EL TELEGRAFO la licenciada Olga Rodríguez, integrante de la Dirección Departamental de Salud, se trabaja diariamente en el registro estadístico de pacientes accidentados en el tránsito y en lograr una unificación de criterios en cuanto a la recolección de información. «Es una tarea que no es fácil, porque estamos hablando de diez o quince personas por día que ingresan a los servicios de salud por día con lesiones de diversa entidad provenientes de accidentes de tránsito», señaló.
«La gran mayoría de pacientes lesionados en accidentes de tránsito son motociclistas y llama la atención la cantidad de menores que participan en accidentes como acompañantes en motos que van con tres, cuatro y hasta cinco personas y donde los menores se ven involucrados en una situación muy estresante en la que no pueden decidir ni optar», dijo.
Señaló, no obstante, que se está registrando un «uso importante del casco», especialmente durante el día «lo que hace que haya más lesiones de entidad menor a las que tendrían si no portaran este implemento de seguridad».
«El casco sirve cuando está bien colocado, es del tamaño correcto y está prendido correctamente para que en el momento del impacto no salga despedido», dijo al recordar que «para el motociclista que tiene un accidente de tránsito, en general, su parachoque es el cráneo».
Compleja rehabilitación
Poco se sabe en la actualidad sobre las condiciones de sobrevivencia de los pacientes que egresan del CTI. «No tenemos aún la manera de hacer un seguimiento de cada uno y saber con qué secuelas queda, si puede retomar su vida anterior al accidente, volver a su trabajo o si ha pasado a ser una persona totalmente dependiente», manifestó Rodríguez, quien es optimista en cuanto a que esto se revierta el día que se cuente con historia clínica electrónica.
La directora del Hospital, por su parte, opinó que en general «lo que se logra en la rehabilitación es solamente una reeducación motora, que el paciente mueva los brazos, coma, pueda volver a caminar... pero nuestra meta debería ser rehabilitar a la máxima capacidad física y cognitiva posible buscando la reinserción social, que esa persona vuelva a tener una vida. Eso tiene un costo y los presupuestos son finitos. Por eso, el verdadero dilema que la sociedad debe resolver es dónde invertir ¿en educación y prevención o en rehabilitación?», se preguntó. Las profesionales indicaron también que tampoco es posible medir «el costo que estas situaciones representan para el equipo de salud», que actualmente no cuenta con asesoramiento psicológico o de apoyo para sobrellevar el estrés.
«No les puedo contar el estrés del personal de enfermería y médico que originan estos pacientes. El martes se murieron dos, uno de 16 años y otro de 22 años. El personal de enfermería hoy está horrible. No somos personas brindando cuidados en forma fría, nos involucramos con la situación, el enfermo y la familia», dijo la jefa de Enfermería del CTI del Hospital, licenciada Elizabeth Tealdi.
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