Paysandú, Jueves 27 de Noviembre de 2008

Demasiada quietud,cuando todos se mueven

Opinion | 25 Nov En los últimos días se han sucedido datos poco alentadores sobre la repercusión que está adquiriendo la crisis financiera internacional, tanto en lo que refiere a la caída de las bolsas por incertidumbre de los operadores como por la retracción en los mercados y los indicios de recesión en las naciones desarrolladas, incluyendo a Estados Unidos y países de la Unión Europea.
En el marco de esta inestabilidad nos encontramos con una caída en los precios de las materias primas, a lo que se agrega el cierre —que esperamos transitorio— para productos como la carne y los textiles, entre otros, en tanto también se ha resentido la demanda, porque precisamente quienes mueven los mercados mundiales no se arriesgan a operar si no hay elementos de juicio para establecer valores comparativos actuales y a futuro.
Una decisión apresurada en este momento puede resultar catastrófica, desde que todo indica que tras la explosión de la burbuja que comenzó con la crisis inmobiliaria en Estados Unidos habrá un acomodamiento de precios ante valores constantes que han desaparecido, cuando parecían poco menos que inamovibles.
Al retraerse los mercados, se retroalimentan los factores negativos de ese escenario, que es consecuencia de la pérdida de confianza.
Así se posterga la toma de decisiones y por añadidura, en las reuniones de los representantes de las naciones industrializadas que apuntan a recomponer las condiciones que permitan un funcionamiento normal de los mercados, no se ha logrado acuerdo en el diagnóstico y menos aún en los posibles correctivos, salvo intentos individuales de inyectar miles de millones de dólares en la plaza para sostener instituciones financieras en dificultades.
Y en esta compleja trama los más perjudicados son los países altamente dependientes, y por tanto vulnerables, como Uruguay, ante brotes proteccionistas que cierran mercados, afectan la competitividad agravada ya por los altos costos internos y la devaluación en los países compradores de la región, que deja fuera de precio a nuestros productos.
Esta evaluación de carácter general pierde abstracción en el caso de cientos de familias sanduceras que sufren directamente las consecuencias de esta incertidumbre, si tenemos en cuenta que la industria textil local —como la de todo el país— no encuentra mercados y no está en condiciones de mantener la plantilla laboral hasta que no reaparezcan los compradores.
A partir de diciembre, como diera cuenta EL TELEGRAFO, otros 130 trabajadores engrosarán la planilla de envíos al Seguro por Desempleo en Paylana S. A., y otra empresa que le vende tejidos, lo que arroja un total de unas 250 familias afectadas directamente por la crisis, a lo que se agrega un número aún no determinado por medidas similares en empresas más pequeñas y sectores de apoyo, que incluyen al transporte, por el menor movimiento de mercaderías.
Y mientras el común denominador en el mundo es la adopción de recaudos y medidas preventivas, a efectos de minimizar los impactos, en nuestro país el gobierno ha reaccionado tarde y recién ahora está convocando a los sectores involucrados para tener un panorama más o menos aproximado de la situación, y estudiar eventuales paliativos. Tampoco ha formulado anuncios respecto, al menos, de contener el gasto público comprometido para el próximo año, que resultará insostenible para los sectores productivos por el decaimiento de la actividad que ya se muestra y que dará lugar a una menor recaudación.
Una medida positiva para mantener la actividad y aliviar costos de producción sería adecuar el precio de los combustibles a la caída abrupta que ha registrado el del petróleo, al punto que ahora cuesta una tercera parte de los 150 dólares que alcanzó en julio de este año, pero al consumidor se lo ha beneficiado con muy modestas bajas que no guardan relación con esa caída libre del crudo.
Y para tomar esta medida no se precisa mucho estudio, sino simplemente decidir que el consumidor no esté solo en las verdes y pueda compartir las maduras, mientras espera que el gobierno deje de ocuparse tanto de sus problemas internos y alternativas electorales, para dedicarse de lleno a gobernar. Sobre todo cuando las condiciones ya no son tan favorables como en sus primeros cuatro años de gestión.


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