Paysandú, Viernes 28 de Noviembre de 2008
Locales | 23 Nov (Por Enrique Julio Sánchez, desde Estados Unidos) La temperatura baja sin piedad, aunque para el invierno todavía falta un mes. Pero en las madrugadas, el frío «corta», especialmente si hay viento.
Pero también hay una buena. La nafta sigue bajando, lo que alegra las caras y engorda los bolsillos. En promedio, en el norte de New Jersey cuesta 1,75 dólares el galón de nafta común. Es, en realidad lo único que baja, porque los artículos de la «canasta básica» siguen subiendo, lo mismo que prácticamente todo. La crisis no afloja en los States y las grandes empresas siguen amenazando con cerrar. Esta semana la General Motors anunció que la bancarrota «es una opción», lo que por cierto ha puesto más preocupación en millones de personas empleadas con esa compañía, los cientos de empresas conexas o dependientes.
La búsqueda de trabajo es en estos días algo febril. Todos quieren un empleo, aunque sea uno «seasonal» (de temporada), ante el aumento en la demanda de trabajadores en las grandes tiendas por departamento.
Entre esa marea en busca de trabajo yo mismo iba presentando mi curriculum por aquí y por allá, a la espera de que en algún lugar fuera llamado. Primero fui llamado por Macy’s, una de las grandes tiendas por departamento, especializada en prendas de vestir finas, muebles de estilo y joyería. Ahí iba a cumplir tareas como agente de seguridad (ni que lo diga, hay para todo).
Pero mientras esperaba que ese trabajo se concretara, fui llamado por Target, otra super cadena de artículos por departamento, que se destaca por la venta de artículos de diseño exclusivo y por la donación permanente del cinco por ciento de sus ganancias a fines comunitarios.
Target (una de cuyas acepciones es blanco) tiene como logo precisamente los circulos concéntricos que forman un blanco. De color rojo, el que distingue a la cadena.
Una de sus tiendas, en el Rockaway Mall, ubicado en la ciudad de ese nombre, cerca de Dover y a unos 8 kilómetros de la casa en Randolph de los Marcovich, donde vivo como en familia, finalmente me dio empleo. «Seasonal», pero algo es algo. Ayer mismo ingresé a trabajar. El puesto: cajero. Después de un entrenamiento de una media hora, me dejaron solo frente a una de las cajas registradoras, la número 13 (vaya suerte la mía). Vestido como Chávez, de rojo furioso, pero sin sus locuras (con las propias alcanza), fue en alguna medida como salir al ruedo, con capa y todo, a torear. Obviamente, no se trata de un
trabajo difícil, en un país donde la tecnología hace fácil todo. Hay que escanear los productos, seguir los códigos de las pantallas y cobrar, aunque muchas de las compras se pagan con tarjeta, de débito o crédito.
La tecnología es tal que la propia máquina supervisa la tarea del cajero, cuya eficiencia no puede ser menor al 89%. Y su porcentaje laboral esta en forma permanente en la pantalla, para bien o para mal. Y así fueron pasando las horas, mareando cajas en busca del código de barras, y tratando de por lo menos no caer por debajo del numerito mágico del 89%. Poco a poco, hasta se puede conversar con los clientes, especialmente en esta época prenavideña, sobre tal o cual artículo que llevan.
Y aunque la crisis golpea y no es broma, no fueron pocas las ventas de 400, 500 o 600 dólares, que se pagaron con tarjeta de crédito, pero sin chistar. Es que, piensan los yanquis, si hay crisis, que no se note.
El trabajo probablemente termine en enero, lo mismo que la temporada alta de ventas de fin de año. Pero ayuda a pagar «los biles» como dicen los hispanos, refiriéndose a las «bills» (cuentas). Y también ayuda al ánimo, para que al menos deje de andar arrastrándose. Y
, finalmente, da un poco de aire, un poco más de un mes para seguir buscando una oportunidad laboral estable.
Por ahora, parado frente a la caja registradora de última generación, rodeado de bolsas plásticas, scanners, dinero (ajeno) y un buen ambiente laboral, soy uno de los cajeros de Target en el Rockaway Mall. Pues sí, hay que vivir para creer.
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