Paysandú, Viernes 28 de Noviembre de 2008
Opinion | 24 Nov En la galería de los delirios del centralismo se encuentra como una de la abanderadas la Torre de las Telecomunicaciones de Antel, que costó al país entre 100 y 150 millones de dólares, solo para incorporar infraestructura a la burocracia del organismo, pero sin agregar nada a la mejora del servicio a los clientes de todo el país que sostienen los costos del ente, incluyendo obras de esta naturaleza que solo enriquecen el acervo urbanístico de Montevideo y el narcisismo de algún jerarca del gobierno del ex presidente Julio María Sanguinetti, en cuya administración se construyó este complejo.
La dirigencia capitalina que maneja el gobierno nacional con los ojos puestos exclusivamente en Montevideo añadió así una perla más al largo collar del lujo de la miseria que significa financiar iniciativas centralistas en las que la parte que le corresponde al Interior es solo la de contribuir a financiarlas.
Por supuesto, el centralismo no es el perfil de un solo gobierno, sino que en mayor o menor medida cada una de las administraciones ha dado su impronta, pretendiendo regir los destinos del país mirando y decidiendo todo en función de la perspectiva que tienen desde Montevideo, el verdadero «Uruguay» para muchos que consideran que los límites se terminan en el Santa Lucía, y que más allá, «afuera», hay un potrero al que solo corresponde ir de visita cuando se acercan las elecciones o para que los niños vean de dónde sale la leche.
El gobierno del Frente Amplio ha seguido la línea de sus antecesores en líneas generales en cuanto a decisiones centralistas y sin percibir la realidad integral del país, pero ha tenido el buen tino de cerrar el paso a delirios como el de la construcción del puente Colonia - Buenos Aires, uno de los temas prioritarios durante las administraciones de Sanguinetti, Jorge Batlle y Luis Alberto Lacalle, como «factor de desarrollo» para el país y la región.
También a través de la Administración Nacional de Puertos (ANP) se ha ocupado de procurar mecanismos y volcado inversiones, todavía en proceso, para reactivar el transporte fluvial y puertos como el de Paysandú, con suerte diversa ante el conflicto con la Argentina por la planta de Botnia.
Y tan propensa como es esta fuerza política a mencionar la «herencia maldita» como causa de sus problemas y los del país, sin embargo considera como un imperativo seguir invirtiendo decenas de millones de dólares para culminar la reconstrucción del auditorio del Sodre (por supuesto, en la capital), que todo indica va a consumir nada menos que unos 75 millones de dólares cuando esté concluida, y de los que estimativamente se llevan ya gastados unos 40 millones.
El proceso fue iniciado en 1989, cuando el entonces presidente Sanguinetti colocó la piedra fundamental de la obra, luego que en 1971 un incendio devastara la estructura. Desde ese momento se han gastado esos 40 millones; el gobierno del Frente Amplio ha presupuestado otros trece millones y espera recibir unos cinco millones de donación del gobierno español.
Igualmente eso no va a alcanzar para concluir la obra y se espera sí que pueda dar con 75 millones, aunque la directora de Arquitectura del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, Eneida de León, considera que no se va a llegar a ese gasto.
El 18 de octubre, el senador y precandidato presidencial Danilo Astori dijo que «el país va a terminar con ese horror público que es el abandono que el pasado dejó ni más ni menos que en el complejo cultural del Sodre, porque este gobierno va a terminar el año próximo las obras». Y de verdad nos preguntamos de qué país habla, porque el Sodre sirve solo a Montevideo y seguramente se podrá contar con los dedos a las personas del Interior, y sobre todo del norte del río Negro que pasan por la puerta de este complejo, pese a que han puesto y seguirán poniendo de sus bolsillos para financiarlo.
Más realista es la postura de la arquitecta Eneida de León, que según el suplemento «Qué Pasa» de «El País», dijo a propósito de esta obra que «ese elefante que se ha llevado de tu bolsillo y el mío, tiene que funcionar para todo el país y para todos lo uruguayos, porque es un monstruito que vale la pena».
La realidad suele ser distinta que los enunciados, sobre todo cuando del centralismo se trata. Y no da siquiera para hacerse ilusiones de que el auditorio del Sodre va a contribuir a «la cultura del Uruguay». Cuando mucho servirá para enriquecer la de los montevideanos, y por lo tanto, debería ser costeado y administrado por la Intendencia de Montevideo. Que podría hacerlo perfectamente si hubiera tenido otro tino para firmar convenios con la gremial de funcionarios, que se llevan la mayor parte de los recursos que pagan los contribuyentes capitalinos.
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