Paysandú, Domingo 30 de Noviembre de 2008

Y el Estado, ¿cuándo se ajustará el cinturón?

Opinion | 29 Nov La convocatoria formulada en las últimas horas por el Poder Ejecutivo a las cámaras empresariales, a efectos de analizar el escenario nacional e internacional en el marco de la crisis financiera, pone de relieve que en esferas oficiales se está reaccionando ante el cambio de condiciones, y fundamentalmente, enviando señales de que es preciso acomodarse a las circunstancias.
Y si bien esto era lo mínimo que se debía hacer, el gobierno se ha tomado su tiempo y hasta hace poco se había ocupado de transmitir que Uruguay estaba «blindado» ante la crisis internacional, y que si algo ocurría, no iba a pasar de un ligero sacudón.
Empero, como vemos en Paysandú, ni siquiera se ha terminado de instalar la crisis para descubrir que ya estamos pagando con desempleo la caída de los mercados, y que estamos ante una posible bola de nieve que recién empieza. Sobre todo si no se concreta una reacción de los países desarrollados para atemperar los efectos de la recesión mundial que ya ha comenzado a insinuarse. Por lo pronto, el ministro de Economía y Finanzas, Alvaro García, anunció tras reunirse con las cámaras empresariales, que el miércoles se conocerá un conjunto de medidas del gobierno para enfrentar la crisis y su impacto en el país.
La representatividad de las gremiales fue muy significativa, si se tiene en cuenta que la decena de cámaras que intercambiaron puntos de vista con García representan aproximadamente el noventa por ciento del sector productivo y comercial de nuestro país.
De acuerdo a lo expresado por el secretario de Estado, la inquietud del gobierno está centrada fundamentalmente en el aspecto comercial, dado que las condiciones para los productos de exportación han cambiado diametralmente en poco tiempo, y de una receptividad manifiesta y altos precios para nuestras materias primas se ha pasado a un virtual cierre de varios destinos, el desplome de valores y una incertidumbre generalizada sobre lo que puede ocurrir en el futuro inmediato. García dijo que habrá medidas en el 2009, pero evaluó que no tendrían carácter general y que por el contrario se analizará la situación sector por sector y se actuará en función de los números concretos que surjan de esa evaluación.
La acción del gobierno no da sensación de presteza, sino que discurre entre tiempos que no guardan relación con los que emplea el sector privado, que es el que está sufriendo en carne propia los efectos más tempraneros de la crisis.
Ya hay problemas para hacer negocios —lo que es notorio— ante la caída considerable de los precios, a la vez de manifestarse para algunos sectores, como los textiles, el cierre de mercados que han sido habituales compradores.
Uno de los empresarios manifestó sensibles diferencias entre los elementos «que manejamos los empresarios y todas las gremiales que estamos acá, y lo que maneja el ministerio. Nosotros manejamos la información del día a día y de los negocios: este negocio se cayó, esto no se vende, aquello no se vende, eso está caro. Es una realidad mucho más rápida de lo que puede recibir de lo que es la recaudación, de lo que son las medidas macroeconómicas».
Es que el gobierno trabaja en sintonía con los tiempos con que se mueve el Estado, y en cambio el privado en cada momento se está jugando su negocio, la posibilidad de subsistir, y eso pauta la necesidad de decisiones rápidas y de desentrañar hacia dónde evoluciona la situación.
Pero por más seguimiento y atención que preste, con medidas o no de estímulo, todavía está pendiente la cuota parte de realismo que debe asumir el gobierno. Por ejemplo, todo indica que en 2009 va a caer la recaudación porque va a haber un descenso de la actividad. Si cae el consumo va a bajar la recaudación por IVA, se va a importar menos porque el dólar ha subido y porque se debilitará el mercado interno, y también habrá repercusiones en el Banco de Previsión Social y en otros organismos, por efectos de la cadena que es la delicada trama de la economía.
Ya el gobierno debería estar llevando cierta tranquilidad a los agentes económicos y a la propia ciudadanía, a los sectores que crean la riqueza de la que detrae recursos, en el sentido de que va a adecuar el gasto público a la nueva realidad, en un acto de responsabilidad que todavía no ha concretado y que por ahora ni siquiera menciona.
Es la gran medida pendiente, aunque estemos en año electoral y que debe adoptar con la altura de miras que el desafío impone.


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