Paysandú, Miércoles 03 de Diciembre de 2008
Opinion | 02 Dic Uno de los pocos efectos positivos que han tenido las alzas del petróleo, la primera de las cuales y de mayor magnitud fue la de 1974, cuando los precios se cuadruplicaron, ha sido el de estimular la búsqueda de energías alternativas, sobre todo las renovables, luego que por décadas el mundo viviera alegremente el reinado del petróleo barato, y sobre ello construyó toda la infraestructura.
En contrapartida, las depresiones en la cotización del barril fueron dique de contención para la investigación y la consecuente afectación de recursos a efectos de obtener la mayor diversificación energética, teniendo en cuenta que la civilización del petróleo se montó sobre el falso supuesto de una fuente prácticamente inagotable.
Estamos en una coyuntura en que por efectos de la crisis financiera mundial y la consecuente incertidumbre en los mercados, el barril ha caído a un tercio de su cotización desde el pico de 150 dólares en julio. Eso dio por tierra con presupuestos y ecuaciones de producción de biocombustibles, dado que el costo del energético renovable es muy superior y requiere en forma indirecta mayor subsidio para incorporarlo a la matriz. Pero las coyunturas no deben hacer perder de vista lo permanente, pese a las distorsiones o burbujas que han teñido la economía mundial, y el hecho irrefutable de que en pocas décadas, en el mejor de los casos, estaremos ante el fin de la era del petróleo, con extracciones que resultarán cada vez más caras y escasas.
Ello da la pauta de que las energías renovables seguramente seguirán aumentando sus espacios y también la investigación que permita optimizar su uso y obtener materias primas más baratas y abundantes.
El encarecimiento de los energéticos fósiles tiene otra contrapartida de hacer viables las inversiones en proyectos focalizados, incluyendo los de tipo doméstico, para el aprovechamiento de materia prima local, que resulten amortizables en el corto y mediano plazo. El uso de desechos orgánicos y su transformación en biogás es una de las posibilidades que se abren sobre todo en áreas rurales donde abundan residuos de biomasa, incluyendo también su uso como carburante para propulsar generadores eléctricos, como es el caso de aserraderos y plantas de celulosa, sin olvidar proyectos —algunos ya en marcha— para aprovechar la basura mediante la instalación de equipos específicos en los propios lugares de disposición de residuos.
Los tambos y otros establecimientos rurales también presentan condiciones que todavía son escasamente aprovechadas para reciclar biomasa procedente de excrementos de ganado para producir metano y utilizarlo como energético para la producción. Unas de las excepciones es el tambo de la familia Lecchini, en el departamento de San José, que produce quesos, en cuyo proceso se utiliza el biogás generado por la descomposición del estiércol del ganado. El energético es empleado para calentar le leche que se afecta a la elaboración de los quesos y a calentar agua para el lavado, además de todos los usos correspondientes a la actividad de un establecimiento rural.
El principal del establecimiento, Miguel Lecchini, expresó a «La República» que «para nosotros representa un ahorro importante, y además ganamos en comodidad, porque ahora no nos limitamos para usar el calentador. Como ahora no pagamos por el biogás, usamos combustible para cosas que antes no hacíamos, como lavar los quesos con agua caliente antes de venderlos», en tanto también se usan los desechos como fertilizante orgánico para los suelos.
Este es solo un ejemplo de lo que puede hacerse en materia de diversificación energética, utilizando un método tan viejo como el mundo, y que requiere una inversión inicial que es el factor limitante más importante para hacer realidad un proyecto de estas características.
Y para ello se requiere asistencia crediticia en plazos razonables, a bajo interés, en el que no solo es factible hacerlo a través del sistema financiero nacional, sobre todo el estatal, sino también a través de organismos internacionales interesados en evitar la irradiación de gas metano a la atmósfera, como elemento contaminante. El Estado debería por fin tener un agresivo rol protagónico en este sentido, a través de dependencias como los ministerios de Industria y de Ganadería, para alentar la difusión de este tipo de proyectos en el sector, y a la vez establecer los canales necesarios para facilitar su financiación, en favor del interés general.
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