Paysandú, Jueves 04 de Diciembre de 2008
Locales | 28 Nov Hay prácticas productivas que en la actualidad solo cobran vida a través de relatos de nuestros mayores, quienes cuentan que antaño era muy común tener en el fondo de la casa árboles frutales y quintas que podían incluir tomates, lechugas, zanahorias y acelgas, entre otras hortalizas que contribuían al sustento del núcleo familiar. Volver a esa filosofía de producción es uno de los objetivos que persigue un plan de huertas familiares articulado por el ingeniero agrónomo Julio Izaguirre, quien en los últimos días se acogió a los beneficios jubilatorios.
Izaguirre estuvo vinculado 24 años a la Intendencia de Paysandú, 11 años en la Comisión Nacional de Fomento Rural y desde 1967 estuvo a cargo de los planes de producción agraria.
Notoriamente estimulado con el programa desarrollado en el interior rural, en diálogo con EL TELEGRAFO, Izaguirre expresó que «el mejor balance lo tienen que hacer por un lado las maestras, las directoras y por otro lado las poblaciones con las que hemos trabajado. Personalmente me resulta un poco difícil evaluar mi propio trabajo, pero me animaría a decir que la cosa anduvo muy bien porque fue un trabajo en conjunto realizado con maestras y con vecinos de muchas zonas», puntualizó.
A través del referido programa se ha podido construir una realidad que revela alrededor de quinientas huertas en todo el departamento, entre las escolares y las de los vecinos. La ejecución del proyecto se ha movido en función de las necesidades de los establecimientos escolares y de la zona, de acuerdo a las prioridades que los demandantes establecieron.
El ingeniero agregó que «no podemos remitirnos a un esquema y aplicarlo de igual forma en todos lados. Lo que hicimos básicamente fue ofrecer los servicios que incluían trabajar en la parte de huerta, que nos parece importante impulsarlos. Crear un ámbito que llegara de algún modo a la comunidad, utilizando a la escuela como vínculo para potenciar ese trabajo y así volcarlos hacia las poblaciones, trabajando con viveros, florales, aplicando algunas prácticas agronómicas».
En algunos casos se puso énfasis en la creación de parquecitos indígenas a nivel de los chiquilines, junto a los maestros. En tanto, las charlas en las escuelas complementaban la parte práctica, adaptándose a las necesidades de las escuelas, explicó.
Acotó que estos trabajos estuvieron dirigidos exclusivamente a las huertas familiares y cómo potenciar esos escenarios. Izaguirre enfatizó que «no estamos inventando nada, estamos tratando de difundir y recordar prácticas muy sencillas que nos permitían hacer quintas en el fondo de nuestras casas. Este trabajo lo estamos llevando especialmente a las zonas rurales, porque estoy seguro que en esos escenarios la gente está comprando frutas y verduras – si es que las consigue – más caro que en Punta del Este. Son muy pocos los consumidores, son zonas alejadas. A los mayoristas o a los vendedores no les sirve llevar mercaderías a esas zonas, y de la única forma que lo hacen es llevando mercadería de segunda, tercera o cuarta calidad a precios de primera. Siempre hago referencia a los espacios que cualquiera puede tener en el fondo de su casa y que se procura recuperar aquello que se perdió hace un par de generaciones, que era la quinta en el fondo de la casa. Son prácticas que entendemos que son importantes para la gente».
«Sobre el particular tengo algunas anécdotas que certifican esta afirmación, desde que hubo gente que por el 2002, 2003 y 2004 me dijo: ‘mira Julio, yo no tuve que salir a robar gracias a que tuve la posibilidad de hacer una huerta familiar’. Creo que hoy existe mucha gente que puede comer verduras si hace una huerta familiar, de lo contrario no puede hacerlo», afirmó el ingeniero.
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