Paysandú, Viernes 05 de Diciembre de 2008
Opinion | 01 Dic «Está demorando que el Estado se de cuenta que tiene que dar mejores condiciones para el desarrollo privado», evaluó el empresario sanducero Miguel Fraschini, en el marco del foro «Uytopía», a propósito de la lentitud con que UTE está abordando la reconversión de la matriz eléctrica a energías renovables. Muestra de ello es que en poco más de dos años solo ha licitado unos 60 megavatios.
Hizo tal apreciación en su carácter de presidente de la Asociación de Productores Privados de Energía, un grupo que surgió fundamentalmente para que los empresarios del sector estuvieran en condiciones de establecer un ámbito de contacto con el Estado sobre la base de una problemática común.
El foro al que aludimos, propiciado por una generación de profesionales de poco más de cuarenta años, que tienen una visión tan constructiva como crítica sobre el rol del Estado en el Uruguay, permitió confrontar y comparar aspectos inherentes a la gestión estatal y las necesidades de los empresarios privados en cuanto a condiciones para el mejor desenvolvimiento de su actividad.
En diálogo con EL TELEGRAFO, Fraschini evaluó que no solo es posible agilizar la estructura del Estado, sino que «es necesario», ya que el Estado «tal cual ha estado funcionando hasta ahora es realmente una mordaza que nos asfixia a todos. Este Estado «impide el crecimiento del país, atenta contra las oportunidades y es responsable en parte de esta emigración masiva de jóvenes que tenemos. Estamos en un país trancado, que no da oportunidades. Y modernizar el país pasa por modernizar el Estado».
La opinión del empresario es compartida seguramente por todos quienes dependen de sí mismos para subsistir y por quienes afrontan los avatares que significa encarar iniciativas de riesgo, cuando tienen inevitablemente como convidado de piedra a un Estado que detrae recursos sin miramientos para financiar su enorme burocracia e ineficiencia, y con gobiernos que han actuado irresponsablemente, al «golpe del balde», con la miras puestas en un plazo tan corto como el de la próxima elección.
Tiene también razón el directivo de Azucarlito cuando evalúa que «hay demasiados pasivos y funcionarios públicos en comparación con los empleados privados», por lo cual «el esfuerzo del contribuyente es insuficiente», lo que forma parte de los problemas estructurales de un país en el que se suceden los gobiernos y solo atinan a «tirar la pelota para adelante» sin siquiera asomarse a reformas de la entidad de las que se necesita para que el sector privado pueda dedicarse a crear riqueza sin las zozobras que implica una carga impositiva y de aportes sociales que hace trepar los costos hasta lo indecible.
Los gobiernos se suceden pero los problemas quedan intactos, porque pese a las palabras de ocasión, los anuncios y las promesas, el actual gobierno, que ha gozado de mayoría absoluta en ambas cámaras y de un idilio prolongado con sindicatos y organizaciones sociales —con los que actuó permanentemente de acuerdo en la oposición— también anunció en su momento la «madre de todas las reformas» y sin embargo, apenas arañó su superficie. Peor aún, no ha capitalizado las condiciones favorables y se ha dedicado a gastar todo el aumento de la recaudación.
El ex ministro de Economía y Finanzas, contador Danilo Astori, al exponer recientemente en Paysandú sobre la gestión del primer gobierno del Frente Amplio, evaluó sobre cifras a octubre, que nuestro país crecerá este año entre 10 y 11 por ciento, incluyendo 2 puntos por la actividad de Botnia. Pero ese crecimiento, evaluado además a partir de la crisis de 2002, indica que todavía no se han alcanzado siquiera los valores anteriores a la depresión, por lo que la comparación es relativa en este contexto.
Y aunque hasta fin de año ese crecimiento se de por inercia, el freno que ha puesto el mercado internacional ya está siendo pagado por el sector privado con de-socupación y reducción de ingresos, y por más corta que resulte la crisis, es inevitable que se va a sentir durante todo 2009.
Un país en el que hay demasiados funcionarios públicos, como bien decía Fraschini, va a tener que enfrentar un gasto estatal dimensionado irresponsablemente para un escenario que desapareció, por lo que el costo, como ocurre siempre, va a tener que ser absorbido por los privados, los que arriesgan y están siempre al borde de la cornisa para sostener a un Estado lerdo, asfixiante y parásito por excelencia.
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