Paysandú, Martes 09 de Diciembre de 2008
Opinion | 03 Dic El tratamiento en la Cámara de Diputados del proyecto de ley de reforma educativa puso de relieve que lejos de encontrarse consenso, se ha votado una norma exclusivamente con el respaldo del partido de gobierno —con algunas deserciones— y el rechazo estridente de los gremios de la educación, que a la vez manifestaron su desacuerdo por haber quedado fuera de los organismos de decisión, por lo menos como ellos reclamaban.
Lamentablemente, tras un largo proceso que apuntó a que el pueblo se diera la enseñanza que quería y que tanto estaba necesitando —al menos ese fue el eslogan con el que el gobierno lanzó el debate educativo para recoger en asambleas de todo el país lo que pensaba la gente— la ley presentada en el Parlamento solo agrega burocracia a los órganos directrices de la educación, incorpora en minoría a representaciones de docentes en estos órganos y sobre todo, soslaya los grandes problemas del sistema educativo.
En realidad, la norma aprobada no va a servir para nada que valga la pena, y ha sido fruto de un trabajoso y prolongado proceso de acuerdo en el seno del Frente Amplio, donde se procuró una salida intermedia entre posiciones muy distintas, como es el caso de la del Partido Comunista, el MPP y otros sectores que buscaban conformar un sistema de cogobierno al estilo del de la Universidad —que significaba darle todo el poder a los gremios de docentes— y la de grupos moderados que solo apuntaban a determinadas correcciones, con el poder político manteniéndose en la conducción.
Al fin se llegó a la estructuración de una norma que quedó a medio camino entre ambos extremos y ha tenido por lo tanto un corolario acorde a la desprolijidad y el voluntarismo con que se manejó un tema de real importancia para el país, pero analizado con visiones distorsionadas de objetivos e instrumentos.
El partido de gobierno, basado en que cuenta con la mayoría en ambas cámaras, «cocinó» en lo interno toda la ley y la llevó en un «paquete» cerrado al Parlamento, sin habilitar que pudieran incorporar puntos de vista y aportes quienes tienen la representación política de la mitad de la población, en tanto no contó con sus votos para aprobar la creación de dos entes autónomos, para lo que se requiere la mayoría especial de dos tercios.
Y si bien a menos de un año de las elecciones nadie descarta que en la decisión de los parlamentarios de la oposición pudieron haber primado intereses políticos, es atendible que no se allanaran a protagonizar simplemente el rol de refrendar con sus votos un proyecto en el que no han tenido parte y que tampoco incorpora medidas que tiendan a solucionar los graves problemas de la enseñanza, que están muy lejos de pasar por quiénes deben tener el poder o por crear nuevos organismos.
Quiere decir que en éste como en ningún otro caso se aplica el dicho de que «la montaña parió un ratón», desde que las asambleas populares en las que hubo escasa participación de los padres y sin embargo los aportes nunca tendieron a otorgar todo el poder a los docentes, solo se tradujeron en que los gremios plantearan al gobierno que no deben responder ante nadie y que deberían ser quienes condujeran la enseñanza.
Esta lucha por el poder también guarda relación directa con su aspiración de tener la posibilidad de autosatisfacer sus aspiraciones salariales y de mejores condiciones laborales disfrazadas de reivindicaciones populares, como es tradición en gremios y en las acciones corporativas de funcionarios públicos.
Es decir que el aporte de una ley que instituye más burocracia y no contempla la incorporación de instrumentos para solucionar los graves problemas del sistema educativo, es mínimo o nulo, y significa mayor desgaste y frustración.
Eso equivale a decir que se ha malgastado tiempo, dinero y expectativas cuidando las formas para hacer realidad eslóganes, con el resultado de que no solo no se conforma a tirios ni a troyanos —que sería lo de menos— sino que todo seguirá igual, con déficit manifiesto en calidad, creciente pérdida de valores y deficiencias flagrantes en formación, además de un preocupante nivel de deserción estudiantil.
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