Paysandú, Martes 09 de Diciembre de 2008
Opinion | 05 Dic Aunque los empresarios se han manifestado coincidentemente insatisfechos con el conjunto de medidas anunciadas en conferencia de prensa por el ministro de Economía y Finanzas Alvaro García y su equipo económico, no puede reprochársele al secretario de Estado que no haya cumplido con lo que efectivamente adelantó la semana anterior, horas después de entrevistarse con una delegación de dirigentes empresariales, en el sentido de que no había que esperar anuncios espectaculares más allá de algunas decisiones encaminadas a contemplar a algún sector en dificultades.
Es decir que el sucesor de Danilo Astori nunca ocultó que su lectura de la situación de la economía y la que tiene sobre la proyección de la crisis internacional sobre nuestro país difiere sustancialmente de la que tienen las cámaras empresariales y seguramente la mayoría de quienes seguimos de cerca la evolución de los acontecimientos.
El gobierno mantiene su visión optimista a ultranza, y aunque ya ha sacado de su vocabulario la palabra «blindaje» respecto a las consecuencias de la crisis, sigue considerando que Uruguay está muy bien parado, mejor que nuestros vecinos y que muchos otros países, porque no va a tener necesidad de crédito internacional, tiene un déficit fiscal más o menos controlado y tendría reservas como para mantenerse sin problemas hasta que las cosas se normalicen sobre todo en nuestros mercados de exportación.
Lamentablemente sólo el gobierno percibe ese escenario, o mejor dicho es el único que así lo manifiesta, porque seguramente en su fuero íntimo los propios técnicos de la coalición de izquierda tienen presente que es mucho más complicado que lo que dicen, y es posible que de lo que se trata es de transmitir a los operadores expectativas positivas para que no se acentúe la retracción.
Pero quien debe hacer previsiones de acuerdo a la realidad no puede menos que sentirse frustrado ante la actitud de un gobierno que se mantiene en sus trece relativizando sus responsabilidades, al sostener su decisión —lo dijo el ministro— de ejecutar todo el gasto incluido en la Rendición de Cuentas para este año, salvo alguna «reorientación» que no hace mayor diferencia.
Y si bien anunciaron algunas decisiones para contemplar a sectores exportadores y a alguna industria afectada, así como a las PYME, a través de medidas que no representan una respuesta más o menos relevante, y repitieron anuncios efectuados no hace mucho, el Poder Ejecutivo ha puesto énfasis en «ajustes» en la recaudación que se concentran en hacer más eficaces los controles para reducir la evasión fiscal.
Mientras tanto, quedan incólumes los altos costos que afectan a los sectores reales de la economía, como lo son los desmedidos precios de los servicios, de la energía, la alta carga fiscal y social, que son parte del peso del Estado sobre la economía, y que es aún más gravosa en situaciones adversas como las que se está perfilando.
De bajar el gasto público, para que esta carga resulte menos lacerante para esos sectores, ni siquiera se habló. Eso indica que el gobierno sigue con la misma visión distorsionada respecto al origen de los problemas, y que seguirá detrayendo recursos a quienes producen y trabajan, como si en 2009 fueran a estar inmersos en la misma bonanza que se dio hasta julio - agosto de este año.
Claro que otro gallo cantaría si el gobierno por lo menos hubiera atendido parte de los reclamos de quienes —entre los que no contamos— advertíamos que no se actuaba con sensatez al no hacer previsiones para cuando cambiara el escenario internacional, confiando en que ese cambio se daría más allá de este período de gobierno.
Pero los acontecimientos se precipitaron y se perdió la oportunidad de incorporar un colchón de entre 500 y 1.200 millones de dólares para atemperar los efectos de la coyuntura adversa, que podrían haberse utilizado para por ejemplo exonerar durante determinado período de aportes patronales a las empresas, y posibilitar que puedan desen- volverse, incluso manteniendo y tomando nuevo personal con menores costos, o eventualmente bajar impuestos a los combustibles para mantener la actividad económica, entre otras posibilidades.
Pero el gobierno siguió viviendo el momento y, como en la fábula de la cigarra y la hormiga, el imprevisor siempre lleva las de perder, aunque el gobierno no lo reconozca y lo que es peor aún, nos someta a todos los uruguayos a su actitud prescindente.
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