Paysandú, Martes 09 de Diciembre de 2008
Locales | 05 Dic Seis hermanas religiosas están desde abril de este año en villa Tambores. Se trata del grupo «Madres Misioneras de Jesús Verbo y Víctima», integrado por la madre superiora Juana, Marcela, Yolanda, Mauricia, Ricarda y Manuelis.
Aunque sorprendidas por la visita de EL TELEGRAFO, accedieron a dialogar para interiorizarnos sobre los motivos de su presencia en esa comunidad.
La tarde estaba gris y lluviosa y por la principal avenida de la localidad no transitaba nadie. Luego de caminar por algunos minutos bajo el suave aguacero, llegamos hasta el salón parroquial. La intención de mantener una charla con este grupo de monjas nos inquietaba desde que alguien nos comentó de su presencia en la villa.
La charla transcurrió naturalmente y las hermanas comentaron que «por lo general cuando arribamos a una comunidad tenemos que comenzar desde el principio, pero aquí en Tambores ya estaban organizados. La parroquia ya contaba con un Consejo Parroquial y un Consejo Económico. Estaban las catequistas distribuidas con sus respectivos horarios y todo resultó un poco más fácil, porque aquí se puede ver que la gente es muy buena y solidaria», agregaron.
Esta misión ya tiene su experiencia en Uruguay, trabajando por ejemplo en Santa Clara de Olimar y Ombúes de Lavalle, donde la madre superiora de la congregación ya desarrollaba actividades cristianas.
Consultadas por su decisión de ser monjas aseguraron que «así como es la vida de matrimonio y la vida de soltería, está la vida religiosa o como lo llama la Biblia, soltero consagrado a Cristo. Se trata de un compromiso hacia el prójimo y una tarea vocacional». Pero confesaron que no es fácil de explicar, «son decisiones que pueden ocurrir de la noche a la mañana y despiertan dentro de uno mismo de servir al Señor».
Las hermanas son originarias de Perú y Argentina y pertenecen a una congregación que fue fundada por dos alemanes: el padre Federico Fukaiser y la madre superiora Willibrordis Bonefeld. La fundaron en 1961 para trabajar en lugares donde no hay sacerdote. Allí las hermanas desarrollan un papel de encargadas parroquiales, haciendo prácticamente todo lo mismo que un sacerdote, menos dar misa y confesar a la gente, pero sí pueden ofrecer la liturgia de la palabra con la eucaristía, o sea la comunión. Las hermanas destacaron que «el uruguayo por naturaleza es muy solidario con su vecino; en otros países eso no ocurre. En otros lugares no se conocen los vecinos de puerta, en estas comunidades eso no es así. Hemos encontrado grupos en la parroquia que trabajan fuertemente en aspectos sociales y nuestro trabajo es afirmar esos cimientos. Particularmente en Tambores hemos encontrado una sociedad muy linda, donde en los barrios se pueden apreciar las comunidades de base y eso ayuda mucho». Al preguntarles cómo ven a esta localidad del Interior, respondieron que «en muchos casos vemos que se trata de gente pobre, de ancianos que viven solos, o jóvenes con padres que no trabajan, donde la canasta familiar y el concurrir a los comedores pautan parte de esa realidad. Mientras, los adolescentes que concurren a la parroquia pueden reunirse a través de juegos y temas en común. Los fines de semana ellos participan de la pastoral y es una forma de que puedan conservar ciertos valores», puntualizaron.
Las hermanas enfatizaron que «los lugares más difíciles de llegar con la palabra de Díos son Chile y Uruguay. Tal vez ello se deba a la frialdad espiritual de la gente. Si usted convoca a un acto social donde va haber comida o diversión, acude mucha gente, pero si usted invita para rezar, de los cincuenta que ha visitado le van cinco o diez personas». No obstante, sobre el final de la charla rescataron que como Uruguay es laicista se puede apreciar mucho respeto de quienes profesan otras religiones.
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