Paysandú, Viernes 12 de Diciembre de 2008
Locales | 07 Dic Señor Intendente,
reflexione
Nunca se vio ni se escuchó que un director de la comuna no acceda a recibir a un ciudadano que desea ser escuchado. Comienzo a relatar lo sucedido.
El 9 de mayo fui notificado por un inspector del Corralón que tenía dos terrenos que debían ser limpiados en 15 días y por cualquier inconveniente que pudiera tener al final de ese plazo, me dijo «le damos unos días más». Pregunté ¿cuántos más? y me contestó «no lo sé». Me pregunto cómo un inspector no sabe cuántos días son.
En el ínterin me vi obligado a viajar a la capital por asuntos de mi vista y volví el sábado 24. El lunes 26 de mayo volvió el inspector a informarme que los terrenos no habían sido limpiados. Le informé que tuve que viajar a la capital y me contestó lo mismo que antes: «tiene unos días más». Le dije que ya había contratado a una persona que comenzaba ese día a limpiarlos y le comenté que era raro que «ustedes no tengan gente para ese trabajo». Me respondió que «¡cómo no! Hay varias cooperativas que lo pueden hacer». ¿Por qué no me lo dijo cuando vino por primera vez? Hubiese sido todo más simple.
Las dos veces que me visitó, firmé y me dio un talón. Los guardé sin haberlos leído.
Ustedes se preguntarán cómo un comerciante con 50 años de experiencia no lee lo que firma. Pero les doy un ejemplo: si usted recibe un cedulón lo lee, si recibe un documento de la Policía también, pero si viene un inspector y le informa verbalmente, no lo lee.
No pasaron muchos días y me informaron de la inmobiliaria que tiene esos terrenos, que como siempre junta equis cantidad de planillas, las deja para consultar los importes y a la hora las viene a buscar y extienden un cheque. Cuando vuelven a su oficina van asentando a cada propietario el importe de cada pago, y se asombran cuando me van a acreditar en mi cuenta, pues notan que pagaron una multa de 10 unidades reajustables. «¿Y ahora qué hacemos si el señor Fremd no nos dio orden ninguna?», se preguntaron.
Volvieron a la Intendencia a reclamar porque hubo un error, que no tenían orden del dueño y les contestaron que debían hacer el reclamo por escrito. Ahí se me dio por leer la segunda notificación. Grande fue mi asombro al ver que ya venía con las 10 unidades reajustables. Me di cuenta que el inspector me mintió. Llamé al Corralón y pedí una audiencia con el doctor Américo. La empleada me informó que iba demorar ya que estaba en una reunión. «No importa señorita, voy y lo espero ahí», dije. Ese día hacía mucho frío y la joven que me atendió me hizo sentar, con la estufa prendida, así que cómodamente esperé 45 minutos. Cuando apareció el Dr. Américo, ya se iba, y la señorita le dijo: «Doctor, aquí lo esperan» y él accedió a atenderme.
Di mis explicaciones de que estuve en la capital por problemas de la vista y Américo me contestó: «¡Ah!, si todos van a venir con un problema no cobramos a nadie… Además usted tenía que haber venido a dar los motivos de no haber cumplido». Cuando reiteré que estaba en la capital me dijo que «Esto ya pasó a la Intendencia. Si desea hacer algún reclamo, diríjase a Recaudación».
Me iba y pensé que en Recaudación nadie me iba a resolver nada. Entré nuevamente y pedí hablar con la secretaria, y le dije: «Escúcheme m’hija, no me manden a cualquier lugar; dígame con quién realmente debo hablar. Tengo 83 años y no estoy como un joven corriendo de un lado a otro». Entonces me respondió que hablara con el director Giano. Cuando llegué a mi casa, llamé por teléfono y pedí para hablar con la secretaria del director Giano, la que me preguntó cuál era el motivo. Le dije que era por una multa de dos terrenos y me respondió que eso correspondía al Corralón. «Señorita, igual déme una entrevista», pedí. Me la dio para el lunes siguiente. Le agradecí y al día siguiente volví al Corralón y pedí hablar con el inspector que me multó por segunda vez. En ese momento me acompañaba mi señora y hacía un frío enorme. Cuando se presentó el inspector le pedí me explicara lo que había pasado. Lo dejé hablar y cuestioné que si todo era como él decía, por qué volvieron a multarme por segunda vez. No me contestó, y sudaba a pesar del frío.
Le pregunté a una secretaria mayor «por qué exigen la limpieza de terrenos cuando ustedes mismos, fuera de mi terreno en las dos aceras de Brandao Sosa, está muy sucio», con chircas y yuyos. Me contestaron si yo no iba a hablar con el director Giano. «Pregúntele», me dijeron el inspector y la funcionaria de más edad. Cuando tuve la entrevista con el director Giano, que fue muy gentil, me explicó que eso ¡corresponde al Corralón!
«¡Y si me mandaron a hablar con usted! Además me dijeron que le preguntara por qué afuera de mi terreno en las aceras está muy sucio y no mandan a limpiar». No entendía quién me había dicho eso, si en verdad corresponde al Corralón y le expliqué que fueron tanto el inspector como la funcionaria más mayor. Me quedó mirando como si yo estuviera mintiendo.
«¿Se da cuenta que lo toman a uno como niño, mandándolo de un lado para otro?», pregunté. El señor director se dio cuenta que nos estaban tomando el pelo y me dijo: «Señor Frend, vuelva al Corralón y pida hablar con el director Mello». Le agradecí por su gentileza y me fui a casa y de ahí llamé a la señorita Sandra Contreras. Me preguntó por qué asunto era y le dije que «por la multa de dos terrenos». Me contestó: «Dice el director que están bien las multas». Exigí que igual deseaba una entrevista y ella dijo que no. Entonces le manifesté: «Señorita Sandra, le pido por un segundo deje de ser la secretaria y piense por un momento: si a usted le ocurriera lo mismo, ¿no desearía tener una entrevista?»
Me preguntó quién me había dicho de hablar con el Sr. Director y le contesté que fue el director Giano. «Ah, bueno. Le voy a preguntar al director y le aviso», dijo. Y no me contestó. Cuando deseaba volver a hablar con ella, nunca estaba. Y por eso lo del título.
El señor Pintos, intendente de la comuna, en un programa televisivo manifestó: «Nuestro lema es que todo ciudadano debe de ser atendido y escuchado». Y el director Mello contradice al señor intendente y no se dignó a recibirme.
Analicen si esto les ocurriera a ustedes. Me tomo el atrevimiento de aconsejarle al doctor Américo que deje lo del Corralón y siga con su especialidad de médico, porque le da malos ejemplos al personal. Y a la funcionaria de más edad, jubílese porque le está haciendo un mal a la gente. A la secretaria del doctor Américo, que no tome ejemplos de sus mayores, recuerde que hoy está en este puesto y mañana quién sabe dónde puede estar. Al señor inspector: trabaje adentro y no actúe de mala fe.
Y para terminar vuelvo a agradecer al señor Director con mayúscula, don Giano, que me atendió como debe ser, gentil y amable. Después de haber argumentado creo yo, de forma correcta: pregunto ¿es tan difícil reconocer un error? Teniendo en cuenta que no solo se está perjudicando a mi persona, sino también a una inmobiliaria.
Por último, si en vez de a mí le hubiese tocado a un familiar suyo, o a un empleado de la comuna, estoy seguro que el problema ya estaría solucionado. Señor intendente, reflexione.
Aaron Fremd, ex propietario de Casa Rita.
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