Paysandú, Domingo 14 de Diciembre de 2008
Opinion | 07 Dic Si hay algo positivo para rescatar de la actual crisis económica internacional —que aún no ha golpeado en toda su magnitud por estas tierras—, es que la burbuja artificial del precio del petróleo se pinchó, volviendo en cuestión de semanas a los valores «normales» tras haberse triplicado durante el pico de la fiebre alcista.
En consecuencia los precios de los combustibles bajaron sensiblemente en el mundo entero, mientras en nuestro país el ente monopólico de los hidrocarburos, Ancap, anunció que respondería en igual medida, cosa que parcialmente ha venido haciendo. En una lectura rápida, podría decirse que la nafta hoy está en el surtidor al mismo precio que en 2005, cuando el barril de petróleo costaba lo mismo que ahora, o sea en el entorno de los 45 dólares. Sin embargo la diferencia más notable se aprecia en el gasoil, que por aquel entonces cotizaba en nuestro país entre $17,20 y $18,70 cuando en la actualidad en el surtidor está a $26,50, un 54% más caro en pesos. Como es claro que en cuestión de valores hay muchos factores que inciden, invitamos entonces a sacar la calculadora y hacer algunas cuentas básicas para despejar incógnitas. Internet nos provee de todos los datos que necesitamos a través del propio sitio de Ancap —www.ancap.com.uy—, el Instituto Nacional de Estadísticas —www.ine.gub.uy—, y los cientos de páginas que muestran la evolución histórica del precio del crudo.
En primer lugar, tomando los valores en moneda nacional, llegamos a la conclusión antes citada, por la cual en 2004-2005 la nafta súper costaba $27,70, el gasoil $17,20 mientras el barril de petróleo se situaba al igual que ahora, en el entorno de los 45 dólares. Para entonces el dólar cotizaba a valores similares a los actuales, entre $24,35 en la compra y $25,85 en la venta, lo que significa que en moneda estadounidense la nafta súper costaba U$S 1,1 y el gasoil estaba a U$S 0,69. A valores de hoy, la súper mantiene su costo de U$S 1,1, mientras el gasoil «aumentó» a U$S 1,08, un exorbitante 56% más caro que en 2005.
Ahora bien: en todo este razonamiento solo nos referimos a los precios que se manejan en Uruguay, sin hacer comparaciones con otras regiones que podrían distorsionar los resultados.
Es difícil entonces justificar lo que los fríos números muestran como un mazazo a los vehículos gasoleros, aún considerando las bonificaciones para los productores agropecuarios o el fideicomiso para el transporte, que en la práctica es un subsidio para abaratar el boleto metropolitano y que se nutre de un impuesto de casi $2 por litro de gasoil. Especialmente si tenemos en cuenta que nuestro parque automotor se encuentra altamente dieselizado, y por cada litro de nafta se consumne dos de gasoil, por lo que todo indica que Ancap de alguna manera estaría ganando mucho más que hace tres años, cuando aún con los precios que manejaba no tenía déficit.
Claro que hoy sus preocupaciones son otras, con su subsidiaria Alur derrochando millones de dólares cada año, las plantas de cemento de Minas y Paysandú colaborando en la sangría, y proyectos de ampliación en la refinería de La Teja que costarán cientos de millones de dólares que solo nos servirán para hacernos dependientes del petróleo venezolano. También colabora en este desquicio el transporte capitalino, que se lleva su parte en cada litro de gasoil vendido para asegurarle a los montevideanos un servicio económico y rentable.
El que esto no es gratis y lo pagamos todos los demás uruguayos, tanto el panadero que usa su camioneta para repartir diariamente su mercadería, como el almacenero, el pequeño productor rural, el fletero, distribuidor, etcétera, que forman parte del país de segunda y, la vista está, no merecen ser considerados por las autoridades.
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