Paysandú, Miércoles 17 de Diciembre de 2008
Opinion | 11 Dic El Parlamento Nacional ha sido una vez más, escenario de violencia. Esta vez no se fue a las manos ningún parlamentario, sino que se produjeron incidentes entre la Policía e integrantes de gremios de la enseñanza que seguían la sesión desde las gradas.
Fuentes del Senado dijeron que nunca habían visto nada igual, al referirse a los insultos, gritos, piñas y tirones de cabellos que se vieron. La verdad, un espectáculo lamentable, máxime por tener como protagonistas a aquellos que dicen querer más y mejor educación para nuestros niños y jóvenes.
Según divulgaron medios capitalinos, entre las personas involucradas en los desmanes se encontraban miembros de Plenaria Memoria y Justicia, Ceipa y Fenapes que, según el presidente del Senado, Rodolfo Nin Novoa, ingresaron al recinto parlamentario con «una franca actitud desafiante, provocadora». El pasado 2 de diciembre, durante la votación del proyecto de ley en Diputados, las barras debieron ser desalojadas debido a los disturbios ocasionados por docentes detractores de la normativa y ahora los hechos comenzaron minutos antes de la votación cuando las barras del Senado se llenaron de público y comenzaron a «llover» los insultos hacia los parlamentarios, lo cual motivó la intervención de la Policía que al intentar desalojar las barras se vio envuelta en una batalla campal con cinco o seis gremialistas.
Los gremios de la enseñanza han manifestado su posición contraria a este proyecto de ley —que prevé una hora más de clases diaria, acortar las vacaciones de julio, trabajo con o sin niños en febrero y en sábados— y, evidentemente, la aprobación de la iniciativa en el Senado recalentó los ánimos.
No obstante, eso no justifica actitudes como la que protagonizaron estas personas en el Parlamento, especialmente si tenemos en cuanta que la concurrencia a la barras había sido convocada desde los gremios de la educación.
Evidentemente, no es posible generalizar estos hechos y por ellos censurar a dichas gremiales puesto que en ellas hay personas bien intencionadas y excelentes educadores, además de los inadaptados de siempre. Estos últimos no solo son capaces de intentar presionar con insultos y desmanes la tarea legislativa, sino que aparentemente no les importa mancillar el nombre de las organizaciones de las que forman parte.
Quizás lo más paradójico de todo esto es que esta gente reclama entre otras cosas, «cogobierno» en la educación lo que significa tomar decisiones sobre cómo se debe educar a los niños.
Y como dijo la diputada frenteamplista Margarita Percovich, más vale no pensar que fueron docentes quienes dieron los primeros golpes en esta trifulca en el Parlamento. Eso, señores, daña la imagen del magisterio y profesorado nacional. Y no es justo, aunque sí muy lamentable.
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