Opinion | 17 Dic Otro año ha pasado y los problemas que causa el transporte carretero en el puente internacional General Artigas siguen sin solucionarse. Desde 2006 a la fecha, cuando comenzó el corte en el puente General San Martín en Fray Bentos, el paso de fronteras de Paysandú concentra el grueso del tránsito internacional terrestre entre Argentina, Chile y Paraguay y nuestro país, multiplicando por decenas la cantidad de camiones sobre el puente y en la cabecera sanducera.
Esto dejó en evidencia la falta de previsión en la estructura logística del paso, que inmediatamente se vio saturado ante la inexistencia de una playa de estacionamiento adecuada para manejar tales volúmenes de carga, dado que desde su construcción en 1975 el gobierno uruguayo priorizó el puente de Fray Bentos para este destino, relegando al de Paysandú a un rol secundario. Así, a lo largo de los años se constituyó en un vehículo de integración principalmente con la ciudad de Colón, cuyos residentes en poco tiempo supieron cómo sacarle provecho al nuevo escenario regional. El perfil “vecinal” de nuestro puente en general redundó en un mayor beneficio para Colón que, antes de contar con los ingresos del turismo porteño, sobrevivía gracias al bagayo de los sanduceros, mientras unos pocos camiones y ómnibus completaban el tránsito internacional.
Todo esto cambió abruptamente el 20 de noviembre de 2006, cuando la Asamblea Ciudadana de Gualeguaychú dispuso el corte por tiempo indeterminado del puente General San Martín, que aún hoy sigue vigente, lo que significó que todo aquel tránsito fuera derivado hacia acá.
Pero la respuesta local fue escasa y tardía, y todavía no hemos encontrado solución a la saturación de camiones en las vías de acceso al puente, que esperan por los trámites de rigor causando graves perjuicios en infraestructura vial, mientras representan un serio riesgo para el tránsito rápido de vehículos livianos.
Quizás esto se deba a que las autoridades apostaron a una pronta solución –que no llegó-- al problema en Gualeguaychú, para dejar que el tendido entre Paysandú y Colón vuelva a su parsimonia tradicional. Lo que sí es seguro es que el resultado significa un retroceso en los intereses de nuestra ciudad, que apuesta a ser un polo logístico intermodal con el puerto local como eje y el sistema de carreteras y ferroviario como complemento indispensable. Ya han pasado dos años desde que nuestros hermanos argentinos nos dieron la oportunidad de transformar nuestro paso de fronteras en un nodo de tránsito obligado, pero nosotros seguimos dormidos como si esa coyuntura fuera eterna, sin ni siquiera concretar una playa de estacionamiento adecuada.
No nos quejemos entonces cuando el puente sea condenado para siempre a ser la vía del bagayo, como históricamente lo ha sido.