Paysandú, Sábado 20 de Diciembre de 2008
Opinion | 17 Dic Como era previsible, no cayó nada bien en la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú que el gobernador de Entre Ríos, Sergio Uribarri, haya admitido que la planta de Botnia no contamina, y que está en absoluto desacuerdo con que los activistas pretendan redoblar las medidas de presión contra nuestro país este verano, reinstalando los cortes en los tres puentes internacionales.
El sucesor de Jorge Busti, --quien por acción y omisión fue precisamente el instigador de los cortes-- aparece con una visión mucho más amplia y desprejuiciada, pese a su sintonía con el gobierno de los Kirchner, respecto a un tema en el que ha quedado demostrado que un grupito de extremistas, disfrazados de ambientalistas, ha arrastrado a toda una ciudad y a otras muchas personas de buena fe, solo repitiendo eslóganes y apostando a que el gobierno nacional mantendría su decisión de no desalojar a los piqueteros.
Uribarri ha percibido que se está perdiendo demasiado con los cortes, y contrariamente a lo que ocurría con Busti, no lo liga ningún compromiso como instigador de este estado de cosas.
El gobernador, aliado político de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no dejó dudas al señalar que “utilizaremos toda la acción política necesaria para evitar los cortes de los tres puentes”, y acotó que su gobierno “va a desa-lentar cualquier acción colectiva destinada a frenar el turismo a Uruguay y también impidiendo alguna acción solitaria de poquísimas personas para evitar que pongan en jaque económico a toda una comunidad”.
Amplió el jerarca que de acuerdo a los informes realizados en conjunto por la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable y por la Municipalidad de Gualeguaychú, hasta el momento no se ha detectado contaminación por efecto de la actividad de Botnia, aunque a su juicio el gobierno uruguayo ha violado el Estatuto del Río Uruguay.
Pero sobre todo propuso “el inicio de un diálogo abierto con Uruguay para salvar el futuro de un corredor que es potencialmente importantísimo y no puede ser que un conflicto se lo trague”.
La reflexión de Uribarri da justo en el punto que los extremistas de Gualeguay-chú y otros pocos de sus “colegas” de Colón y Concordia han pretendido soslayar, como si fuera un tema menor y el eje del mundo estuviera situado en la presunta contaminación del río Uruguay, que por supuesto no se ha dado, porque estamos ante una planta de última tecnología y del mismo tipo que las que ha instalado la empresa finlandesa en su propio suelo, bajo estrictas medidas de seguridad y monitoreo de la Unión Europea.
El gobernador entrerriano a la vez está acompañando los reclamos de las fuerzas vivas de Concepción del Uruguay respecto a que se concreten de una buena vez las obras de dragado de los pasos del río Uruguay hasta ese importante puerto regional, las que fueron “congeladas” por el gobierno de Kirchner como represalia por la instalación de la planta de celulosa, a pedido de los activistas de Gualeguaychú, que argumentaron que el dragado favorecería a Botnia.
Ese razonamiento infantil se cae por su propio peso, por cuanto las barcazas de Botnia hace rato que están trasportando celulosa hasta Nueva Palmira y la falta de profundidad solo afecta el arribo de buques ultramarinos al puerto de Concepción del Uruguay, con serias consecuencias económicas, al punto que nuestros vecinos “patearon los tarros” y se pusieron de punta contra los activistas de Gualeguaychú, que no han querido entrar en razón.
Las recientes declaraciones del gobernador se inscriben en un aparente reordenamiento de las prioridades para su provincia, desde que ha asumido que seguirle el juego a los extremistas e intolerantes no va a llevar a nada bueno para ambas orillas, que deberían poner lo importante y permanente por sobre lo episódico.
Y por fin un gobernante con sentido común percibe que es preciso trabajar para salvar el futuro y minimizar las pérdidas que ha significado el cierre de los puentes para un corredor regional que tiene potencial, pero que ha sido postergado por un grupo de delirantes, con sus aires mesiánicos y con pretensiones de ser dueños de la verdad absoluta.
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