Opinion | 15 Dic La convocatoria era para una conferencia en el marco del 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, realizada por la Red de Empresas Públicas en el Auditorio de Antel. Fueron parte de la actividad directores de las empresas públicas que conforman la red y personal gerencial de Antel. El evento fue transmitido por videoconferencia en Maldonado, Paysandú, Salto, Colonia y Bella Unión.
Si bien la cita estaba marcada para las 10 y 15, a las 10 y 50 el único asistente a la conferencia en la sala de Paysandú resolvió irse, harto de esperar el comienzo. Mientras que el funcionario de Antel —que deja otras tareas para abrir la sala y quedar a cargo-- quedó solo, dispuesto a cumplir con su trabajo y, de paso, escuchar.
Más allá de la tardanza en el inicio de la conferencia, a lo que lamentablemente estamos habituados, lo realmente destacable es la ausencia de público. Y esto no se debió al día, la hora o el tema de la videoconferencia, pues rara vez la sala cuenta con un buen número de público y una sola vez —en oportunidad de una conferencia de Primaria dirigida a los maestros-- se vio desbordada.
Tampoco es una cuestión de la sociedad sanducera. Las otras salas que se podían ver en la pantalla también estaban vacías o albergaban a una o dos personas y, seguramente, una de ellas sería el funcionario a cargo. Es una pena que los sanduceros no sepamos aprovechar la oportunidad de presenciar en forma directa una conferencia realizada en otro punto del país, en la que muchas veces el público tiene oportunidad de plantear preguntas e interrogantes a las autoridades. Además, hay que tener en cuenta que la puesta en funcionamiento de la tecnología que permite las videoconferencias tiene un costo elevado.
Es evidente que todavía no nos hemos acostumbrado a aprovechar lo que ofrece esa tecnología, que nos acerca la información y el conocimiento en un amplio abanico de temáticas, sin tener que pagar una entrada.