Opinion | 16 Dic La crisis económica internacional es vista todavía como algo muy lejano por la mayoría de la población del país, que aún no ha sentido el impacto en los ingresos ni el empleo. Los economistas, por su parte, que en principio tuvieron la esperanza de que esta debacle quedara circunscripta al mercado de Estados Unidos, hoy ya no tienen dudas. La crisis hará sentir los efectos en Uruguay con una fuerza superior a la que cualquiera podría desear.
Aquellas declaraciones del gobierno en cuanto a que la economía del país está “blindada” parecen, desde esta perspectiva, rebosantes de dosis de optimismo. No obstante, hay coincidencia entre los analistas en cuanto a que no está en riesgo el sistema financiero ni será necesario salir corriendo a endeudarse puesto que el gobierno ha sido muy prudente con el manejo de la deuda externa.
Sin embargo, el impacto en los sectores agropecuario e industrial ya está sintiéndose y se estima que en el 2009 --meses más, meses menos— habrá que ajustarse el cinturón.
El crecimiento económico registrado desde los últimos años hasta algo después de la mitad de este año genera aún un efecto de inercia que impide que el grueso de la población --especialmente en el sector comercio y servicios-- palpe el impacto de la crisis. Pero, ya nadie discute que llegará inexorablemente.
En los últimos meses, economistas y analistas económicos independientes que han impartido conferencias en Paysandú han sostenido la necesidad de disminuir el gasto del Estado para generar ahorros que permitan enfrentar mejor una crisis que se veía venir. Los informativos nos está nmostrando cómo los países desarrollados, ya en la economía familiar, están restringiendo gastos. Y cuando las crisis empiezan por los países ricos, los nuestros no deberían hacer la vista gorda.
Lamentablemente, todo esto coincidirá con el año electoral y habrá que ver si el gobierno nacional y los departamentales serán capaces de restringir gastos y, eventualmente, suprimir algunos comprometidos en aras de un interés común mayor o si no darán importancia a la tormenta. La cuestión aún está por verse, pero como ciudadanos --y por las dudas-- deberíamos realizar al menos un llamado a la cordura.