Paysandú, Sábado 27 de Diciembre de 2008
Opinion | 20 Dic Es notorio que por contar con industrias exportadoras que nuclean a cientos de trabajadores Paysandú es uno de los departamentos que ya ha sufrido los efectos de la crisis mundial, porque más allá de la recurrente apelación del gobierno al blindaje financiero del país, desde el punto de vista comercial las cosas aparecen complicadas desde el primer momento.
Los cueros y los textiles son precisamente sectores que aparecen como grandes afectados, porque han desaparecido los mercados compradores o pretenden renegociar precios y volúmenes, que en todos los casos significan afectar la actividad y la rentabilidad de las empresas, como ya ha ocurrido también con los lácteos. Y eso se traduce en plazas de trabajo que desaparecen o pierden ingresos.
Claro, estamos ante empresas de riesgo, en las que es fundamental tener rentabilidad para sobrevivir o al menos empatar la ecuación para estar en condiciones de revertir el escenario cuando surjan las oportunidades. No es lo que ocurre con las empresas estatales, que siempre van a contar con el aporte del Estado, es decir de todos los ciudadanos, para solventar sus déficits y seguir funcionando en forma ineficiente sin la disyuntiva de reconvertirse o desaparecer.
Y si referimos al riesgo, la actividad exportadora está en primera línea ante los avatares de un panorama internacional que siempre ha sido muy duro y lo es mucho más en los últimos tiempos, cuando por ejemplo las naciones del este asiático compiten con productos de baja calidad pero en base a precios que hacen la gran diferencia, porque tienen otras escalas de producción y por tanto menores costos.
Es notorio que para Uruguay resulta cada vez más arduo competir en volúmenes, no así en calidad, y este es un aspecto especialmente sensible en épocas de crisis. No puede extrañar, por lo tanto, que surjan dificultades adicionales para industrias que como la textil, desde hace ya años está sufriendo los embates de la competencia asiática, donde además hay estímulos y subsidios que van a contramano de las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y que perjudican sobre todo a países como el nuestro, con escaso peso internacional para reclamar ante la violación de las reglas de juego.
Pero también existe el componente interno que contribuye a esa situación complicada, pues pese a que la mayoría de las empresas se han actualizado tecnológicamente, a la hora de amortizar la inversión aparecen los números en rojo si no tienen la contrapartida de rentabilidad en las ventas para seguir compitiendo.
Es así que la industria textil nacional ha ido perdiendo pie en el mundo, como ha ocurrido también en la vestimenta y el calzado, y ello debería preocupar y ocupar al gobierno, desde que se trata de fuentes de trabajo por excelencia, que significan incorporar valor agregado a nuestras materias primas en vez de exportarlas en bruto o semi elaboradas para que los puestos de trabajo calificados se generen en otros países que reexportan productos terminados.
El Poder Ejecutivo ha formado recientemente un grupo de trabajo en el sector textil junto a empresarios y trabajadores, a efectos de analizar medidas de largo plazo. De acuerdo a lo manifestado por el director de Industrias, Roberto Kreimermann a El País, “empezamos a trabajar en el sector textil para estudiar la cadena productiva en forma tripartita y ver qué medidas son necesarias”, de forma de analizar luego las “que vayan al núcleo de la productividad”.
Subrayó que la idea no es tomar medidas de corto plazo, como los subsidios que tiene este sector hasta el año próximo, sino avanzar en el diagnóstico de los problemas, que se arrastran desde hace largo tiempo y que lejos de solucionarse se han acentuado ante las dificultades en los mercados.
El jerarca menciona problemas en la cadena productiva, de lo que no debería dudarse, pero a la vez debería revisarse el peso del Estado en los costos, que no afectan solo a la industria textil sino a prácticamente todos los sectores de actividad.
Esa es la gran materia pendiente, en la que solo se ha arañado la cáscara, porque se suceden los gobiernos y los cambios que pregonan ni siquiera rozan este aspecto.
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