Opinion | 26 Dic
Seguramente Papá Noel repartió un buen número de computadoras, accesorios o programas informáticos durante la pasada Nochebuena. Y con certeza, al menos la mitad de los equipos tendrá “cargado” software ilegal sin que sus destinatarios finales hayan sido lo suficientemente informados sobre los riesgos en los que con ello incurre.
La primera conclusión a la que llegó la organización internacional “Software Legal” apenas comenzó a desarrollar sus acciones de sensibilización en Uruguay es que uno de cada dos comerciantes uruguayos ofrece programas ilegales o no asesora adecuadamente a sus clientes en cuanto a la importancia de utilizar software legal en sus empresas u hogares.
El programa forma parte de la campaña internacional “Conciencia” y pone a prueba la forma en que los comerciantes asesoran a un “cliente misterioso” que, bajo la apariencia de un comprador espontáneo, ingresa a un local para comprar software. Evidentemente la utilización de programas “pirateados” es una práctica generalizada, que si bien es reconocida como un delito no cuenta con la condena social que tienen otro tipo de estafas. Por ello la acción educativa generalizada que advierta a usuarios finales ingenuos, combinada con el combate a quienes cargan sus bolsillos con el rédito del trabajo intelectual de otros son tan justas como necesarias.
Sin embargo más allá de los perjuicios que la práctica implica en la industria que desarrolla los programas en cuestión, la opción de utilizar software ilegal supone al usuario correr una determinada cantidad de riesgos de seguridad de la información almacenada en su equipo, por ejemplo un listado de clientes de una empresa o el archivo fotográfico de una familia.
En definitiva el camino por recorrer es largo y las alternativas para alcanzar el objetivo seguramente deberán ser tan ingeniosas como las utilizadas por los cultores de lo “trucho”.