Paysandú, Martes 30 de Diciembre de 2008
Opinion | 27 Dic A esta altura nadie puede dudar que la única alternativa que tiene nuestro país para acomodarse ante la crisis financiera internacional, que se trasladará en forma más ostensible hacia nuestra zona desde los primeros meses de 2009, es reducir el gasto público y la consecuente presión fiscal sobre los sectores que crean la riqueza. Pero no se trata de cualquier gasto público, sino de atacar las áreas en las que se escurren cuantiosos recursos en burocracia, en el funcionamiento del Estado y rubros suntuarios o al menos prescindibles.
Es decir que una cosa es la coyuntura, signada por la crisis --que esperamos sea corta y sobre todo menos grave de lo que pinta-- y otra los objetivos que se enmarquen en políticas de desarrollo y prioridades que están por encima de las circunstancias. Por lo tanto, ante la necesidad de evitar que el Estado incurra en gastos más allá de sus posibilidades, cuando la recaudación caerá por la declinación de actividad, resulta fundamental mantener las previsiones que tiendan al desarrollo sustentable, lo que permitirá a la vez generar condiciones que nos pongan a cubierto de la siguiente crisis.
La infraestructura y la logística, las inversiones en reconvertir la matriz energética, la capacitación y formación técnica son parte de los instrumentos imprescindibles para el desarrollo y que deben estar por encima de los vaivenes económicos, desde que conforman lo importante, que no debe perderse de vista ante las urgencias, sobre todo las electorales.
En este contexto debe valorarse el anuncio formulado por el presidente de la Administración Nacional de Puertos (ANP), ingeniero Fernando Puntigliano, al señalar que a pesar de la crisis internacional se mantendrán todos los proyectos portuarios.
El jerarca consideró que la crisis todavía no ha tenido un impacto significativo en la actividad portuaria y aseguró que ningún proyecto será postergado, porque la actividad seguirá creciendo. Expuso asimismo que “todos saben que desde que se piensa una infraestructura hasta que se genera, pasan seis años. Y la crisis nadie sabe cuánto va a durar, pero algunos especialistas mencionan términos de cuatro años. Es decir que cuando termine la crisis hay que estar listos estructuralmente para poder aprovechar ese despegue”.
Y precisamente de eso se trata: de discernir entre lo superfluo y lo necesario, lo urgente y lo importante. La infraestructura es una condición indispensable, por ser palanca de conjunción de capital y trabajo que genera la riqueza que mejora la actividad y la calidad de vida de los pueblos.
En el funcionamiento del Estado uruguayo la burocracia, los gastos fijos, los salarios y la ineficiencia se llevan la parte del león de los recursos que los sectores reales de la economía aportan. La inversión en infraestructura, ya sea directa por el Estado como en concesión y asociaciones con privados, es precisamente la contrapartida de retorno de recursos en favor de la comunidad, y lamentablemente en nuestro país suele ser solo una pequeña parte de lo que recauda el fisco.
El año electoral, como va a ser 2009, es un factor distorsionante ante un desafío como el que presenta la crisis, desde que la convocatoria a las urnas significa como regla general apostar a medidas cortoplacistas y efectistas que conllevan desvío de fondos para atender requerimientos de base populista que se pueden traducir en votos en lo inmediato, lo que marca una gran diferencia con la abstracción que significa el desarrollo, tanto en el tiempo como en la medida en que podrá percibirse su repercusión en la calidad de vida de la población.
La experiencia indica que los intereses electorales han desdibujado los objetivos inherentes al interés general, y que en mayor o menor medida no hay gobierno que se haya sustraído a caer en los facilismos del año electoral, pese a los enunciados en contrario. Pero es positivo que por lo menos en infraestructura portuaria la intención de la administración sea mantener la línea de inversión, pensando en un futuro mejor, que solo podrá alcanzarse con el desarrollo y apostando a la producción.
Y sobre todo, que no nos quedemos en la intención, como también ha ocurrido, por cierto.
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