Paysandú, Miércoles 31 de Diciembre de 2008
Opinion | 26 Dic Nadie puede poner en duda a esta altura que Internet se ha constituido en un instrumento formidable en el mundo moderno, tanto en el trabajo como el estudio y el esparcimiento para cientos de millones de familias en todo el mundo, desde que constituye la mayor biblioteca que jamás haya tenido la Humanidad, como así también fuente de información universal y apoyo para un sinfín de actividades.
Pero, como todo instrumento, depende mucho de quien se sirve de éste en cuanto a su utilidad y resultados, y es aquí donde realmente debe ponerse mucho cuidado, sobre todo en el uso por niños y jóvenes que tienen ya de por sí dificultades de aprendizaje por una serie de factores que parten de la formación de valores desde el seno de la familia y en los lugares de estudio, así como en su desenvolvimiento en la sociedad y adecuación del conocimiento y capacitación a los reales requerimientos del mercado laboral y profesional.
La disponibilidad de información rápida y accesible es un aporte sustancial para el estudio, por cierto, pero como en todos los órdenes de la vida, el secreto radica en cuestiones de medida y oportunidad, de forma que la fuente de conocimiento no se transforme en el sustituto del uso de nuestra memoria y razonamiento, que es el aspecto en donde realmente percibimos la grave distorsión que se está generando en muchos estudiantes en todas las áreas. Y el problema por cierto radica en que cuanto más temprano se utilice Internet como elemento de apoyo se corren mayores riesgos de que esta distorsión resulte a menudo irreversible cuando se ingresa en etapas en las que el estudiante queda a solas con el desafío de un examen o de demostrar ante una mesa de docentes hasta donde llega su saber y habilidades.
En los tiempos en que solo los libros, las horas de estudio, la memorización y el consecuente razonamiento en base a datos y experiencias almacenados en la mente del estudiante eran la fuente de conocimiento, hubiera resultado impensable que se tuviera siempre el libro a mano a la hora de demostrar el grado de avance en los estudios, porque esas eran las reglas de juego y se requería una formación sólida que solo se adquiría con dedicación, esfuerzo y estudio.
Pero en la época del conocimiento light y la degradación de valores, el hecho de que el niño crezca con una computadora a disposición para obtener los datos sin esforzarse y sin apelar a la retención por la vía del estudio, determina que estemos ingresando peligrosamente en el síndrome del “etcétera”, del que como nos decía un recordado profesor, es “el descanso de los sabios y el refugio de los ignorantes”.
Estamos llegando precisamente a un estado de cosas en el que la ignorancia y el conocimiento superficial son el común denominador, con honrosas excepciones, por supuesto, pero con una creciente masificación de la que no es culpable Internet ni mucho menos, sino la natural disposición humana a hacer solo lo imprescindible si es que podemos evitar la necesidad de un mayor esfuerzo.
En un reciente artículo del diario “El País” se analizaba precisamente esta problemática, el hacer hincapié que Internet “se convirtió en el manotón de ahogado” para muchos estudiantes que, por falta de tiempo o haraganería, utilizan textos publicados en la red para elaborar sus trabajos, al punto que los estudiantes pueden terminar en pocos minutos un trabajo académico que a sus padres les hubiera llevado largo tiempo de investigación.
Es así que con un simple “corto y pego” el estudiante llega a un trabajo que hubiera demandado esfuerzo, estudio, análisis y elaboración a quien no cuente con esta herramienta, y con el tiempo “los jóvenes se habitúan a una práctica deshonesta, pero la consecuencia más grave es que el alumno deja de adquirir los conocimientos para los cuales está preparándose, llegando a los cursos superiores sin haber adquirido habilidades fundamentales como recabar información y procesarla por sí mismo”. Y en ciertos casos esto se estimula desde la escuela, cuando los deberes que solicita el maestro se limitan a “buscar información” sobre determinada materia, y se conforman con el “material” obtenido sin siquiera exigir al estudiante que lea en su casa las impresiones de las páginas de Internet que visitó.
Pero seguramente lo peor en que podemos caer es en considerar al fin de cuentas esta situación como algo normal, ante la masificación del instrumento, y corresponde que desde las autoridades de la enseñanza y los estratos docentes, se advierta tempranamente sobre los peligros de esta distorsión y se estimule el uso de la memoria y el razonamiento, que han sido pilares fundamentales, desde el fondo de los tiempos, para el desarrollo y la superación del ser humano.
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