Paysandú, Miércoles 31 de Diciembre de 2008
Opinion | 27 Dic La atención al usuario, el facilitarle las cosas al cliente y sobre todo demostrar en los hechos que existe preocupación por atender a quien al fin y al cabo le paga las cuentas, debería ser la principal preocupación de toda empresa, desde que se trata nada menos que del fin de su funcionamiento.
Este aspecto naturalmente es bien tenido en cuenta en el sector privado, como regla general, porque existe competencia, instinto de supervivencia y la cabal comprensión de que quien tiene donde elegir buscará el lugar donde encuentre los mejores servicios y calidad a la hora de satisfacer sus aspiraciones.
Pero en el ámbito estatal la cosa va por carriles diferentes, desde que los monopolios otorgan un manto de impunidad a la hora de los llamados a responsabilidad, por la burocracia en la que nadie es responsable de nada. En suma, el usuario queda librado a la buena de Dios las más de las veces y si a la vez tiene la mala suerte de que se interrumpiera o tuviera fallas en el servicio en día feriado, seguramente estará penando hasta que llegue el primer día hábil y logre ser atendido.
Si fuera por el vicepresidente de la República, Rodolfo Nin Novoa, tampoco hubiera tenido suerte ayer viernes, porque el gobernante promovía la iniciativa de un feriado largo, de jueves a domingo, cosa de que siguiera la “jauja” en el sector público, aunque los privados no pudieran hacer nada ante el Estado durante casi una semana, y los usuarios de los servicios públicos siguieran estrellándose contra ventanillas cerradas.
Como les pasó precisamente en Navidad a vecinos del barrio Paycap, que “celebraron” la fiesta navideña sin agua, tras penar a la vez durante varios días, y encontrarse con que nadie atendía los teléfonos de OSE.
En un país en serio, los jerarcas de cada empresa pública deberían haberse ocupado para estas fechas de dejar un esquema bien aceitado para toda emergencia que se les presentara a quienes pagan sus salarios y sostienen la empresa, y encargarse de difundir los pasos a dar ante cualquier eventualidad.
Pero, por el contrario, parece que la prioridad es gozar del asueto a toda costa, dejando al ciudadano a la intemperie si tiene la mala suerte de sufrir un percance, justo fuera del horario de oficina o en feriado. Es que al fin de cuentas el funcionario público igual va a cobrar el sueldo, y la empresa no corre peligro de fundirse porque la competencia le saque los clientes.
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