Paysandú, Jueves 01 de Enero de 2009
Opinion | 28 Dic Con espíritu abierto, que debe valorarse, el rector de la Universidad de la República subrayó que a su juicio el eventual cobro de matrícula en la Universidad no es un tabú en la alta casa de estudios, y que está dispuesto a debatir sobre el particular con los precandidatos a la Presidencia de todos los partidos. Estos han coincidido respecto a la necesidad de revisar esa gratuidad universal a efectos de utilizar los recursos más criteriosamente y promover una igualdad de oportunidades que hasta ahora no hay, como nunca la hubo desde la creación de la Universidad.
Por supuesto, Rodrigo Arocena no es el culpable de esta situación, sino que ha heredado una estructura vetusta, hipercentralizada y elitista, y además, con un alto grado de exclusión hacia los estudiantes del Interior, aunque ello no esté explícito en las reglas de juego.
Pero como bien sostiene el refrán, conoceréis al árbol por sus frutos, y nadie con dos dedos de frente puede negar que estamos ante una enseñanza universitaria eminentemente capitalina y a la que asisten mayoritariamente estudiantes de familias provenientes de estratos medio altos y altos de la sociedad.
Y por más vueltas que le den a su argumentación, las autoridades universitarias no pueden retorcer lo que con claridad indican los números, que incluso dio a conocer el propio rector en el informe anual sobre la enseñanza terciaria en el Uruguay: el 62% por ciento de los estudiantes universitarios son montevideanos y un 36% proviene del Interior.
En la memoria 2008 presentada por las autoridades universitarias, de acuerdo a lo que indica “El Observador”, se ha pasado de los 3.000 egresados de principios de la década de 1990 a los 4.000 de hoy, aunque no se da cuenta de cifras sobre en qué grado aumentó la matrícula universitaria en el período. De todas formas, en estos casos no solo cuenta la cantidad, sino la calidad y sobre todo el área en que la Universidad gratuita forma profesionales, desde que de nada sirve contar egresados por miles si hay matrícula abierta gratuita para todo el que quiera ingresar, mientras se sigue formando abogados, escribanos y médicos al por mayor, sin tener en cuenta si el medio los puede absorber. Y lo que es mucho más importante aún, si el país debería afectar cuantiosos recursos para formar profesionales que no necesita, mientras hay carencias notorias en otras áreas en las que sí resulta imprescindible la capacitación.
Refiriéndose al porcentaje de egresados, el rector señaló que “hay un claro incremento, aunque todavía estamos lejos de los países que están en la primera línea mundial, como Finlandia, Irlanda y Corea”, donde los egresados superan el 50% de los inscriptos, en tanto en Uruguay este guarismo es del 30%.
Claro que a los países de vanguardia no se les ocurre la enseñanza terciaria gratuita en manos del Estado, sino que actúan racionalmente, sin dilapidar los recursos que aporta toda la sociedad en formar porque sí, acumulando por ejemplo grandes porcentajes de deserción en el primer semestre de estudios. Quien ingresa va decidido a recibirse, pues buenos pesos y esfuerzo le cuesta, en un modelo muy distinto al de Uruguay, donde estudiantes capitalinos pueden eternizarse en las aulas sin ser llamados al orden ni presentar un mínimo de escolaridad, sin ninguna responsabilidad ante quienes les pagamos los estudios porque sí, que somos todos los ciudadanos.
Y ese escenario es particularmente agraviante para los ciudadanos del Interior, que pagamos impuestos por nuestros estudiantes y también por los privilegiados capitalinos, que son paradojalmente mayoría en un país en el que los montevideanos en edad universitaria son minoría respecto a los del Norte del Santa Lucía. Y aunque Arocena es partidario de cobrar a los egresados luego de la formación, igualmente por esa vía no se va al fondo de la cuestión, que son los ingresos de miles y miles de montevideanos, en su mayoría de hogares pudientes, que no se van a recibir y siguen deambulando, sin tener que pagar nada. En cambio, una matrícula como regla, y becas que se otorguen con ese producido a estudiantes de menores recursos del Interior, sería una forma de igualdad que hasta ahora no está recogida en nuestra enseñanza universitaria.
Y si bien como sostiene el rector, la Universidad tiene “una deuda histórica con el Interior”, hasta ahora no vemos que la esté pagando. Si así fuera, por lo que se ve debe ser en comodísimas cuotas, tan infinitas como el tiempo, y sin intereses.
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