Paysandú, Jueves 01 de Enero de 2009
Locales | 30 Dic En su obra “Estampas Sanduceras”, editada en 1948, el Padre Baldomero M. Vidal dedica uno de sus capítulos a la heroica acción desplegada por el teniente Encina en el transcurso de la Defensa de Paysandú. El historiador relata:
“Flameaba airosa en la cúpula del templo en construcción, convertido en fortaleza, la bandera de la Patria; confundía sus colores con los del cielo, como llamando a todos los hermanos orientales a la concordia y a la paz, en aquellos aciagos días tan quebrantadas”.
“Desde las alturas de Bella Vista, la artillería brasileña llovía continuamente metralla contra la plaza, y era blanco principal de ella el citado macizo edificio que, al final de la lucha, quedó materialmente acribillado y en gran parte destruido, sobre todo por el costado norte, expuesto directamente al bombardeo”.
“La puntería de los artilleros enemigos no era muy notable, que digamos; ya los defensores se habían acostumbrado a saludar irónicamente con la mano a los proyectiles que cruzaban el aire por encima del blanco. Pero uno de los continuos disparos acertó a dar de lleno en el asta de la bandera, que se quebró, cayendo la enseña bicolor como ave herida por una flecha, sobre la cúpula, hacia la parte sur de la misma”.
“En la torre de aquel mismo costado, que sólo llegaba a la altura de la cornisa, se había construido la garita del vigía, protegida con sacos de arena. El teniente Encina, que estaba de guardia en aquel momento, no pudo tolerar que el pabellón patrio permaneciera abatido y, sin medir el peligro ni preocuparse de los cañonazos que se seguían menudeando contra el templo, salió de la garita y corrió apresurado por la cumbrera de la bóveda central hasta llegar a la cúpula, donde yacía caída la bandera”.
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