Paysandú, Domingo 04 de Enero de 2009

El temor a ser robados puede más

Opinion | 29 Dic En una ciudad que se va encerrando cada vez más detrás de rejas, y en la que la familia que todavía no lo ha hecho solo espera ajustar un poco el presupuesto para poder hacerlo, la inseguridad se manifiesta omnipresente como convidado de piedra en la problemática social de los sanduceros.
No estamos descubriendo nada, por supuesto, si tenemos en cuenta que desde hace rato hemos dado por perdidos aquellos tiempos en que la casa quedaba abierta para ir a visitar al vecino de la otra cuadra, para ir al almacén de la esquina o para compartir una ronda de mate en el fondo, con la puerta abierta.
La realidad indica que lejos de mejorar, esta inseguridad manifiesta se extendió primero desde Montevideo a las ciudades más grandes, y ahora se da en grado creciente en localidades del interior departamental, al punto que en Quebracho y Guichón, por citar solo dos ejemplos, los vecinos han realizado reuniones en las que han discutido el tema y reclaman una acción efectiva de la Policía y de la Justicia, al evaluar que el gran problema es la impunidad con que actúan menores en desmedro de la propiedad ajena y de la integridad física de los ciudadanos.
Lamentablemente, no hay actividad que escape ya a la acción de los delincuentes, y por supuesto, en el caso de los “infractores” menores de edad se une a su desinhibición y audacia para perpetrar sus incursiones delictivas en pleno día, una gran agresividad y desconsideración hacia el prójimo, sin ningún miramiento para golpear y arrastrar a un anciano para arrebatarle la cartera, o golpear salvajemente a quien sea que se interponga en su camino.
La reciente Navidad fue demostrativa, más que nunca, de como la sociedad ha sido marcada por este flagelo, desde que contrariamente a lo que ocurría hasta no hace muchos años, numerosas familias han dejado de visitar a sus parientes o amigos en la Nochebuena e incluso durante la jornada navideña, por temor a que los antisociales ingresaran a su casa en su ausencia, en medio del bullicio de la celebración.
Algunos pudieron igualmente cumplir con la tradición “sacrificando” a un integrante del núcleo familiar que aceptara quedar solo en la casa, o contratando un sereno o servicios de seguridad, contribuyendo a crear un nuevo “curro” para personas que tienen la oportunidad de obtener algún ingreso extra. Seguramente este escenario se repetirá este 1º de enero, como ocurre además en cuanto feriado o acontecimiento familiar, como cumpleaños o casamiento, pueda generar la ausencia de moradores en una vivienda.
También las vacaciones demandan precauciones adicionales en quienes deben dejar su residencia sola durante varios días, y entre otras prevenciones apelan a la contratación de servicios de seguridad, el alerta a la Policía, la reparación de rejas, puertas y ventanas con algún problema y en muchas ocasiones el cerrar espacios para evitar que pueda ingresar algún menor con intenciones de robo.
Nuestros conciudadanos saben muy bien, porque lo sufren a diario en carne propia, que no estamos exagerando un ápice, que la sociedad está jaqueada por una delincuencia que se siente omnipotente y que tiene sus buenas razones para hacerlo, teniendo en cuenta las circunstancias por todos conocidas.
Lamentablemente, el Poder Ejecutivo ha sido el último en reconocer esta realidad y a regañadientes varios de sus integrantes han coincidido en señalar que no estamos solo ante una “sensación térmica”, al punto que los dos precandidatos del Frente Amplio, cada uno a su modo, ha puesto el tema de la inseguridad como una de las materias pendientes en la gestión de gobierno, y hasta algún senador oficialista ha manifestado la necesidad de que el ciudadano aprenda a manejar armas para hacer frente a una delincuencia que no tiene los mismos “códigos” que antaño.
El punto es que no alcanza con reconocer que estamos ante un problema, sino que hay que actuar en consecuencia desde el gobierno, y a fuer de sinceros, más allá de manifestaciones aisladas, no percibimos que realmente se esté intentando nada excepcional ni efectivo para revertir o por lo menos paliar este escenario que afecta la calidad de vida de los uruguayos, los que día a día se van retirando de ciertas zonas por temor a ser asaltados, en tanto otros se arman para intentar obtener por mano propia la seguridad que el Estado no les está brindando, pese a que debería ser una de sus prioridades.


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