PAYSANDÚ INTERIOR

Locales | 02 Ene Gustavo Buriano tiene 40 años y vive en la zona de colonia Cangüé. A muy temprana edad supo de los quehaceres del campo y rápidamente se transformó en un conocedor de la chacra. Como tantos otros paisanos se arremangó la camisa y el pantalón y encaró su vida con el desafío diario de saber que su futuro dependía directamente de lo que sus manos fueran capaces de hacer. No reniega de las adversidades, pues ha crecido con ellas, y tampoco se da por vencido, esforzándose día a día con esperanza.  
Recordó su niñez como “una época linda, bonita. Tiempos en que los ladrilleros y las plantaciones de remolacha azucarera daban un intenso movimiento a toda la zona del Cangüé”. Casado y padre de 5 hijos --2 varones y 3 mujeres--, manifestó que actualmente hay “muy pocas posibilidades” para ellos, ya que sus condiciones económicas no les permiten continuar los estudios. “El mayor de mis hijos tiene 19 años y una de las mujeres, que tiene 12 años, no puede estudiar, sencillamente porque no tengo recursos. Enviarla a la ciudad todos los días es directamente imposible, el resto concurre a la escuela 41 de la localidad”. Tiene tres hermanos que viven en Paysandú; una de las mujeres es maestra y la otra trabaja en Paylana, mientras que el hermano es empleado municipal. Muy brevemente comenta, “ellos corrieron con un poco más de suerte que yo”.
Dedicado a changas en la construcción, no dudó en afirmar que su destino está ahí, en colonia Cangüé, pero sostuvo que si la suerte hubiera golpeado su puerta con algún trabajo en otro lugar se hubiera ido de ahí “sin pensarlo dos veces”.
Vive en la casa que era de su padre y el hecho de no tener que pagar alquiler, contribución y otros servicios, tales como agua potable, hace más viable la vida en el lugar. “Si me llego a ir de acá, ¿qué hago? Todo resultaría imposible”, afirmó.
Agregó que “para el que vive en la campaña no alcanza con plantar unas verduras y criar unos pollos, gallinas o algunos chanchos, porque la verdad es que por estos lares, rentable no hay más nada. En la campaña hoy ya nada tiene valor. Todo aquel que dice que el que tiene un pedazo de tierra en el campo no se muere de hambre, está en cierto modo equivocado. Que se pueda comer de lo que se planta estamos de acuerdo, pero para generar ingresos y vivir de eso no alcanza. Hay que agregarle que por estas tierras los pozos se han secado y tampoco tengo cómo perforar, así que la cosa es lo suficientemente complicada”, aseveró Buriano.
Pese a ello sostuvo que “en el último año las cosas en Cangüé han cambiado un cien por ciento: mejoras en las calles internas, dedicación en atención a la gente, sumado a que se va a construir una policlínica. El día que asumió este gobierno municipal el propio intendente Pintos, acá frente adonde estoy yo ahora, habló con todos. El hombre vino un día, se sentó junto a un grupo de vecinos y escuchó los planteamientos y necesidades. En poco tiempo se reparó la caminería interna, se instaló un teléfono público y hubo un acercamiento directo con las necesidades de la comunidad”.
Mientras él narraba las mejoras otro vecino comentó que “algunos, desgastados por tantos otros discursos, no creyeron mucho... Hasta que vieron en los hechos el compromiso que el intendente asumió”.
Cangüé está a unos quince minutos del centro sanducero, rumbo al sur y a pocos metros de la Ruta 3. Unas treina familias habitan el paraje, que al igual que otros centros poblados del interior supo de tiempos de bonanza y proyección. Ante un nuevo año los vecinos redoblan las esperanzas y aspiran a un futuro que les devuelva aquella alegría que Buriano recordó, aunque ya no sea de pantalones cortos y galletas en los bolsillos pateando una pelota de trapo.